03. Análisis del patrimonio ceutí
Al leer detenidamente los criterios de la Unesco, vemos que la clasificación abarca una serie de aspectos muchos más complejos que los derivados de una obra arquitectónica o de un yacimiento arqueológico, incluyendo cuestiones relacionadas con la geología y los hábitats naturales, las cuales podrían ser relevantes dada nuestra situación geográfica. Sin embargo, en lo relativo al patrimonio material, los parámetros se podrían simplificar identificando elementos que sean excepcionales y de carácter universal para lo cual sería preciso compararlos con lugares o geografías que pudieran tener cierta similitud.
En función de lo visto hasta ahora, podríamos hacer un repaso de qué elementos de nuestro patrimonio podrían tener un carácter excepcional.
3.01 Conjunto Monumental de las Murallas Reales y por ende del Recinto de la Ciudad
3.02 Abrigo y cueva de Benzú
3.03 Conjunto de fortificaciones del Monte Hacho
3.04 Fuertes Neomedievales
3.05 Huerta Rufino
3.01 Conjunto Monumental de las Murallas Reales
Es probable que las Murallas Reales sea la fortificación más conocida de Ceuta por sus propios habitantes, quizás se deba a que haya que pasar obligatoriamente junto a ellas cuando se entra o se sale del centro de la ciudad o quizás porque en su patio de armas se organizan todo tipo de eventos (deportivos, musicales, institucionales, festivos, gastronómicos, culturales…), eventos que desgraciadamente no siempre son compatibles con el conjunto histórico. Para bien y para mal, las murallas forman parte del imaginario local. Si a todo ello le añadimos la posibilidad de visitar un museo o adentrarse en las entrañas de nuestra historia visitando la Puerta Califal, parece lógico que todos reconozcan la importancia y, porqué no, la belleza de este legado, de ahí que las autoridades locales suelan proponer cada vez que hay elecciones su clasificación como “Patrimonio de la Humanidad”. En 1997 la comisión de patrimonio acordó elevar la candidatura de las Murallas Reales para su inclusión en la Lista Indicativa, en la que permaneció entre 2002 y 2013 como Conjunto monumental de las murallas reales y fortificaciones de la Ciudad de Ceuta (hasta 2006 aparecía como Conjunto Monumental de las murallas reales de Ceuta) si bien nunca llegó a aparecer en el listado de la Unesco.
El principal argumento para demostrar su valor universal era que este sistema defensivo albergaba el único foso navegable del mundo todavía en uso. Sin embargo, la historiadora Elizabeth Kassler-Taub explica que no es algo novedoso en el Mediterráneo.
From the fifteenth through the seventeenth centuries, the practice of excavating defensive waterways across the isthmuses of peninsular cities gained currency across the Mediterranean. In this article, I trace the rise and dissemination of this urban type, arguing that the island-city was likely modelled on interventions in ancient settlements in the Greek archipelago and that it emerged as an early modern phenomenon in the Adriatic and Ionian territories of the Venetian stato da mar. Over the course of the sixteenth century, a wave of experimentation with the type swept Iberian outposts in the western Mediterranean basin, from North Africa to the Tuscan coast. By the turn of the seventeenth century, it had been fully assimilated into a shared Iberian vernacular of defensive design. (Building with Water: The Rise of the Island-City in the Early Modern Mediterranean, Kassler-Taub, 2019, p. 145).
A raíz de dicha publicación Fernando Villada identificó fosos navegables en Corfú (Grecia), Trogir (Croacia), Zadar (Croacia) y el-Jadida (Marruecos). El foso de San Felipe no es una excepción y por lo tanto su navegabilidad no es un argumento suficiente para elevar las Murallas Reales a candidatas para la Lista Indicativa.
Ahora bien, desde que se descubrió en 2002 la puerta de la ciudad durante la dinastía omeya, han sido numerosos (aunque no suficientes) los trabajos arqueológicos y científicos tanto en la Puerta Califal como en el baluarte de la Bandera, los cuales nos han permitido tener un mejor conocimiento de la “Génesis y evolución de la Muralla Real” (editado por la Consejería de Educación y Cultura de la Ciudad Autónoma de Ceuta), y lo que es más interesante, las sucesivas etapas constructivas desde el siglo II hasta el siglo XVIII que ahora son visibles y reconocibles tanto por elementos constructivos como espaciales, con la peculiaridad de que la superposición de estratos no se realiza exclusivamente de manera vertical (como suele ser común en excavaciones arqueológicas) sino que se producen de manera horizontal.
El ejemplo más claro lo vemos en la Muralla Real que hasta el año 2002 se creía compuesta por la muralla portuguesa y el foso, ambos del siglo XVI, en su frente oeste y las bóvedas del acuartelamiento construido durante el siglo XVIII en el intradós de la portuguesa. Sin embargo, en el interior, en los espacios conocidos hoy en día como Puerta Califal, aparece la muralla portuguesa (siglo XVI) apoyada verticalmente sobre una muralla omeya (siglo X), que a su vez se adapta a una fortificaciones bizantina (siglo VI-VIII), construida aprovechando la existencia de una estructura romana (siglos II-III), todo ello con reformas varias llevadas a cabo entre los principales períodos constructivos, como la cúpula almohade de la torre principal (siglos XII-XIII). Por si no fuera suficiente, en el subsuelo, esta vez sí en capas superpuestas verticalmente, han aparecido elementos e información relevante, como una estructura de saneamiento romana (siglo II), un horno cerámico del siglo I (uno de los pocos hornos alfareros de la provincia tingitana) y elementos asociados a la producción lítica del Paleolítico Medio.
El elemento constructivo más destacado, por sus dimensiones (originariamente cercana a los 260 m de longitud) y por los elementos que aún permanecen (torres, lienzos y una de las puertas de ingreso a la ciudad), sería la cerca califa, ahora bien, ¿estamos ante una construcción excepcional a nivel mundial? Del mismo período omeya aún quedan en pie la Mezquita de los Omeyas en Damasco, la Cúpula de la Roca en Jerusalem, la Gran Mezquita de Cairuán de Túnez y varios alcázares en Jordania y Siria. Es decir, no estamos ante un patrimonio de valor universal y excepcional. Lo mismo ocurriría si hiciéramos lo mismo con la cerca bizantina (aún más si se confirmara que ésta continúa hasta el baluarte de la Coraza, alcanzando los 225 m de longitud). En Estambul aún se conservan kilómetros de murallas del período bizantino (las murallas de Teodosio, las del frente marítimo, las de Blanquerma…) y seguramente alguna de ellas tenga elementos de diferentes épocas. Sin embargo, si en Ceuta considerásemos no una muralla sino el conjunto como la sucesión, en vertical y en horizontal, de todas estas murallas, entonces sí que supondrían una excepcionalidad, no sólo por la adhesión de estratos sino por la identidad de los mismos, convirtiéndose la totalidad en un testimonio de la historia de Ceuta, y de algo más, como veremos más adelante.
Aún quedan muchas incógnitas por despejar en la Muralla Real; las diferentes estructuras que oculta el baluarte de la Coraza; los elementos que puedan encontrase entre los dos baluartes y la Puerta Califal (según las fuentes antiguas había dos puertas más); habría que estudiar si tras el primer recodo de la puerta omeya no estaríamos frente a lo que algún día fue la puerta bizantina; ¿existe continuidad física entre los dos baluartes con lienzos de murallas omeyas, bizantinas y romanas?
Parece evidente que la Muralla Real no sólo es un componente del sistema defensivo trazado por portugueses y españoles sino que también formaba parte del omeya, bizantino y romano, lo cual nos lleva a extender la fortificación en su época omeya hacia el este, al menos hasta la calle Queipo de Llano, y al norte y al sur hasta los respectivos lienzos todavía visibles y algunos de esa misma época. Del período bizantino y romano, se presupone que se limitaba a una fortificación que podía ocupar la superficie en la que se edificó el Parador La Muralla y la Comandancia General, no habiendo aparecido restos asociados a dichas fortificaciones en otros lugares de espacio denominado como Recinto de la Ciudad.
Como hemos señalado anteriormente, poder visualizar la evolución de las principales fortificaciones construidas en los últimos 20 siglos sitúan este conjunto en otra dimensión que permite hacer un relato histórico, en un recinto de reducidas dimensiones, de una ciudad como Ceuta. Por si no fuera suficiente, no estamos hablando de un lugar aislado, sino uno muy especial que ha sido, y es, objeto de deseo por parte de civilizaciones, dinastías, reinados y estados dada su posición en el estrecho de Gibraltar, esto es, siendo enlace entre Africa y Europa, y entre el Mediterráneo y el Atlántico, lo que le confiere de por sí cierta excepcionalidad.
3.02 Abrigo y cueva de Benzú
Una mínima inversión económica para elaborar la Carta arqueológica terrestre de Ceuta en el año 2001 por parte de la Universidad de Cádiz y dirigido por Darío Bernal, identificó cinco yacimientos prehistóricos en el Campo Exterior, entre ellos una cueva y un abrigo en la barriada de Benzú, que podría estar fechado en el Paleolítico Medio según las prospecciones superficiales iniciales realizadas para la elaboración de la carta arqueológica. Dicho documento ya señalaba el enorme potencial que tenía el yacimiento, como ha quedado contrastado tras 21 años de estudios dirigidos por Darío Bernal y José Ramos Muñoz (la primera campaña se realizó en 2002). Durante todo este tiempo, un equipo transdisciplinar de investigadores vinculados a universidades españolas y extranjeras, ha podido reconstruir con datos fehacientes, cómo era la vida en esta parte de la ciudad durante el Paleolítico Medio (hace 250.000 años); zoología, flora, fauna terrestre y marina, geología, hábitat… Siendo información de una valía excepcional para cualquier ciudad, en nuestro caso, además, se dan otras circunstancias geográficas. Si desde la visión actual se puede pensar en el estrecho de Gibraltar como una barrera infranqueable de 15 kilómetros de longitud (distancia entre punta Leona en Beliunes y punta del Acebuche en Algeciras), sobre todo en un momento en el que no se había desarrollado la navegación, los estudios llevados a cabo muestran que durante el paleolítico esta distancia era menor debido al inferior nivel del mar (estimado en 110 m), lo que provocó un desplazamiento de la línea costera hacia el interior del mar y la aparición de islas intermedias. Esta situación geográfica, con distancias menores a 5 kilómetros entre puntos terrestres, ha permitido a los investigadores elaborar una hipótesis de trabajo, aún en curso, sobre las relaciones entre sociedades prehistóricas del Pleistoceno y del Holoceno entre las orillas norte y sur del Estrecho; Abrigo de Benzú, Ceuta. Aportaciones al conocimiento de las sociedades con tecnología de modo III en la región histórica del estrecho de Gibraltar (Revista Mainake nº33). Cuando se encuentren restos de homínidos (por el momento solo han aparecido utensilios) quizás se pueda demostrar que el Estrecho fue utilizado como lugar de paso para estas sociedades, Homo erectus, Homo sapiens neanderthalensis y Homo sapiens sapiens, en lugar de la teoría actual en la que el paso se hizo de África a Asia (a través del delta del Nilo y del estrecho de Bab al-Mandab entre Yibuti y Yemen) y de ahí a Europa. Además, los trabajos han permitido establecer que la explotación de recursos marinos empezó antes de lo que se pensaba en el resto del mundo, concretamente hace 250.000 años, en lugar de 100.000 años (El aprovechamiento de los recursos acuáticos por sociedades prehistóricas en la región histórica del Estrecho de Gibraltar, Juan Jesús Cantillo Duarte).
Parece evidente la excepcionalidad y universalidad del yacimiento de Benzú ante la posibilidad de cambiar teorías sobre la evolución del género Homo y que por tanto afectan a toda la humanidad.
3.03 Conjunto de fortificaciones del monte Hacho
El monte Hacho cuenta con 36 Bienes de Interés Cultural, de los cuales 22 se concentran con el perímetro costero (la mitad son baterías de costas) y el resto, dentro de lo que se conoce como fortaleza del Hacho, si bien se deberían incluir como BIC las baterías de Valdeaguas, San Amaro y San Antonio, los lienzos de murallas entre torres vigías, incluso algunas obras de fortificación ejecutadas a finales de los años 90 del siglo pasado ya en desuso e incluso edificaciones como el faro de punta Almina que permanece activo.
A excepción de la propia fortaleza, estamos ante obras de tamaño reducido, adaptadas a la abrupta topografía (que actúa como otro elemento más de la fortificación perimetral) con el objetivo de impedir la aproximación y el desembarco de navíos en sus diminutas calas. No se podría entender este primer recinto amurallado sin la fortaleza que corona el monte, un sistema defensivo que resulta paradójico hoy en día ya que se trata del BIC que tiene mayor presencia visual en la ciudad y del que sin embargo se desconoce su historia, al menos desde sus primeros asentamientos hasta la construcción de los baluartes en el siglo XVIII. Una planificación de estudios y campañas arqueológicas podría determinar si verdaderamente fue un lugar ya ocupado en tiempos romanos y reutilizado posteriormente por las distintas civilizaciones que han ido pasando por la ciudad. Sin duda, la constatación de una ocupación de manera recurrente de esta parte del territorio ceutí desde época antigua hasta nuestros días, cambiaría significativamente la importancia de este conjunto (al igual que ha sucedido con las Murallas Reales), convirtiéndose no sólo en un catálogo de fortificaciones de más de 20 siglos sino en un testigo de nuestra historia y de la del Estrecho.
Otro elemento a considerar sería el faro de punta Almina cuya construcción se inició en 1851 pero que no entró en servicio hasta 1855, considerado como uno de los más antiguos de África todavía en funcionamiento. En Sudáfrica tenemos el faro de Green Point en Ciudad del Cabo, operativo desde 1824, el de cabo de las Agujas de 1849 y el del cabo Recife de 1851. En el norte de África, además del de Ceuta, tendríamos el del cabo Espartel en Tánger que funciona desde 1864, el de Gibraltar de 1841 y el de Tarifa de 1813.
3.04 Fuertes Neomedievales
Se trata de las fortificaciones construidas en la línea fronteriza establecida en Ceuta tras el tratado de paz de Wad-Ras de 1860. Actualmente quedan 7 de las 9 que se ejecutaron y tienen la particularidad de recuperar elementos de las fortificaciones medievales, de ahí el nombre otorgado por el historiador Luis de Mora Figueroa, Neomedievales. Según el investigador esta tipología ya se había utilizado previamente en Francia desde principios del siglo XIX dentro de una planificación para la defensa de las costas atlánticas y mediterráneas Torres y reductos modelos tipo 1811, disponiendo una serie de torres y reductos para proteger las baterías de costa ante ataques desde tierra; se trataba de posiciones artilleras con terraplenes de protección y un pequeño cuerpo de guardia. Estas fortificaciones contaban con artillería y albergaban una pequeña guarnición y los tres modelos podían servir de puesto de vigilancia o como protección de baterías de costas y de puertos. Constructivamente, (al menos las que se podrían equiparar con nuestros fuertes neomedievales) se trataba de torres de planta cuadrada, construidas en piedra, de tres niveles, con bóvedas a prueba de bombas y aspilleras en las fachadas. En 1846 se pone en marcha un nuevo plan, Torres y reductos modelos tipo 1846 (01 y 02), bajo el mismo principio pero mejorando las construcciones y añadiendo la posibilidad de ubicar piezas de artillería sobre la cubierta de las torres. Estas nuevas fortificaciones se terminan de construir en torno a 1860.
Si bien las secciones y ciertos elementos puedan ser similares a los fuertes neomedievales de Ceuta, se podría afirmar que se trata de conceptos distintos. La torre medieval tradicional, esto es, de planta circular utilizada para reforzar las esquinas de las murallas, fue sustituida a partir del siglo XVI por bastiones para asegurar el control visual sobre todos los posibles puntos de ataque. Este elemento introducido por ingenieros militares italianos fue posteriormente desarrollado durante todo el siglo XVII y parte del XVIII por el ingeniero francés Vauban en la defensa contra asedios de numerosas ciudades, imponiéndose como modelo en toda Europa.
Quizás el precedente más cercano a nuestros fuertes lo encontremos en las torres Martello (01) construidas por el ejército británico en numerosos lugares de su imperio desde finales del siglo XVII hasta la segunda mitad del siglo XVIII. Se trataba de torres circulares construidas en piedra, de 2 o 3 niveles, con artillería ligera y con un acceso por el primer nivel (con la posibilidad de retirar la escalera para permanecer aislados ante posibles asedios). Sin embargo, no contaban con aspilleras ni con matacanes para la defensa en caso de ataque.
En realidad, el modelo de Ceuta surge de un proceso evolutivo, basado en el ensayo y error tras construir la primera posición, el fuerte del Príncipe, acorde con el modelo poligonal-atenazado imperante a mediados del siglo XIX en Europa, constatando sus carencias para resistir los ataques del ejército enemigo, de ahí que los ingenieros militares fueran modificando los diferentes proyectos sobre planos (más cercanos a los reductos franceses del plan de 1846) hasta llegar a la conclusión de que lo mejor era construir una versión contemporánea de las torres medievales, llegando incluso a innovar en el sistema constructivo, utilizando hormigón en masa para la ejecución de las bóvedas de arista de los fuertes de Isabel II y de Benzú (éste último ya desaparecido).
En Melilla también se construyeron fortificaciones similares (Las nuevas fronteras españolas del siglo XIX: La arquitectura de los fuertes neomedievales de Ceuta y Melilla, Antonio Bravo Niento) y con los mismos fines tras la delimitación de la nueva línea fronteriza, entre 1881 y 1891, pero son posteriores a los de Ceuta (construidos entre 1860 y 1884); Camellos, San Lorenzo y Cabrerizas Bajas siguen los modelos de Isabel II y Benzú de Ceuta. En cuanto a los modelos poligonales con caponeras, el primero fue el de Príncipe Alfonso en Ceuta y posteriormente en Melilla se construyeron diversas evoluciones; Rostrogordo, Cabrerizas Altas, María Cristina y Sidi Guariach.
Hay otro lugar en el que se construyeron fortificaciones con características parecidas y casi al mismo tiempo. Se trata del sistema defensivo para controlar el paso natural entre España y Francia atravesando el Pirineo central, en la localidad de Canfranc (Huesca). Sin embargo, las dos torres de fusilería (de las que sólo queda una, la Torreta que acompañaban al fuerte de Coll de Ladrones se construyeron entre 1888 y 1900, posteriores a los fuertes de Ceuta y Melilla, y parecen más bien una herencia de las fortificaciones francesas del plan 1846 comentadas anteriormente.
Se puede afirmar que el sistema defensivo utilizado en Ceuta fue pionero y que su excepcionalidad no reside en las dimensiones de sus componentes o en la superficie abarcada sino en el proceso evolutivo de los proyectos, en cuanto a modelo y a sistema constructivo y, ante todo, en que constituye una separación entre diferentes civilizaciones que se muestra en las soluciones constructivas y funcionales de los mismos. Puede que no sea un patrimonio universal pero sí se le podría atribuir una cierta excepcionalidad.
3.05 Yacimiento de Huerta Rufino
La obras de urbanización iniciadas en 1995 en la zona conocida como Huerta Rufino pusieron al descubierto todo un barrio del siglo XIV construido durante la dinastía meriní. La demora en la actuación sobre el yacimiento hizo que se perdiera gran parte de las pinturas murales de las viviendas (la superficie de éstas llegaba a ser mayor que las conservadas en la Alhambra y en Medina Azahara de manera conjunta) y tras las obras de urbanización sólo una pequeña parte del yacimiento fue conservada y posteriormente integrada en la Biblioteca Pública del Estado. La importancia del yacimiento (Retazos de la Ceuta del siglo XIV. El yacimiento arqueológico de Huerta Rufino. Fernando Villada) no radica en su extensión ni en la excepcionalidad de las construcciones pues en Marruecos aún se conservan edificaciones completas de la misma época y aún en uso. Lo que hace singular a este yacimiento es la información que nos ha llegado y que no es nada usual. Cuando las tropas portuguesas desembarcaron en Ceuta en 1415, las familias que vivían en este y en otros barrios de la ciudad, tuvieron que abandonar sus casas de manera precipitada, sin tiempo para llevarse nada. Durante los años posteriores, la guarnición portuguesa se concentró en el Recinto de la Ciudad, entre los dos fosos, y el barrio de Huerta Rufino quedó a merced de desprendimientos de tierras desde cotas superiores, sepultando poco a poco las calles y edificaciones hasta colmatar un terreno que posteriormente fue utilizado como huerto. Estos dos hechos, el abandono repentino y el soterramiento del barrio (el cual ha permanecido inalterado hasta finales del siglo XX) han posibilitado la conservación de numerosos objetos que a su vez han proporcionado información inusual sobre cómo vivían en esa época en la ciudad, hasta el punto de saber cuáles fueron los alimentos que estaban tomando justo antes de la irrupción de las tropas portuguesas.
3.06 Valoración del patrimonio ceutí
Tras haber analizado los principales elementos de nuestro patrimonio, parece que sólo el conjunto de las Murallas Reales y el Abrigo y cueva de Benzú podrían claramente optar, al menos, a ser incluidos en la Lista Indicativa. Pero si tenemos en cuenta los valores de conjunto que representa las Murallas Reales en cuanto a catálogo de fortificaciones comprendidas entre los siglos II y XVIII, vemos que si hacemos una extrapolación al resto del término municipal, dicho repertorio se ampliaría y complementaría con otros conjuntos reseñados anteriormente, sobre todo si se llevaran a cabo investigaciones en la fortaleza del Hacho y se pudiera demostrar una ocupación regular desde época romana, ya que en ese supuesto ya no estaríamos hablando de un asentamiento aislado y concentrado en la zona más estrecha del istmo o en una fortificación aislada, sino de un territorio habitado del que nos han llegado elementos construidos desde el siglo II hasta el siglo XX, pero para ello es imperativo que se pongan los medios necesarios para poder responder a las numerosas cuestiones que aún nos plantea nuestro patrimonio y así poder reivindicar su valor y excepcionalidad, tal y como han mostrado las investigaciones en el Abrigo y cueva de Benzú, en la Puerta Califal y en el baluarte de la Bandera.
Se podría hacer la siguiente síntesis indicando los restos arquitectónicos existentes y sus épocas:
01 lienzos de muralla romana, siglos II-III (Muralla Real)
02 lienzos de muralla bizantina, siglos VI-VIII (Muralla Real)
03 lienzos de muralla omeya, siglo X (Muralla Real, Recinto de la Ciudad)
04 cúpula almohade, siglos XII-XIII (Muralla Real)
05 baños árabes, siglos XII-XIV
06 baluartes, muralla y foso portugués, siglo XVI (Muralla Real, Foso Real y Recinto de la Ciudad)
07 lienzos y torres recinto meriní, siglo XIV (Al-Mansura)
08 torres, siglos VIII-XV (fortificaciones costeras del monte Hacho, Almina y torres del Campo Exterior)
09 Almacén de abastos, siglo XVII
10 baluartes, líneas defensivas, baterías de costa, polvorines y acuartelamientos, siglo XVIII (Murallas Reales, Almina y monte Hacho)
11 fuertes neomedievales y baterías de costas, siglo XIX (Campo Exterior y monte Hacho)
12 Baterías de costas, acuartelamientos y dirección de tiro, siglo XX (monte Hacho)
Si a esta lista le añadimos los principales yacimientos arqueológicos que muestran una ocupación del territorio, observaremos cómo con el patrimonio material existente se podría hacer un relato de la historia de nuestra ciudad y quizás no sólo de ella:
01 Abrigo y cueva de Benzú 250.000 a.C.
02 Muralla Real 250.000 a.C.
03 Yacimiento fenicio de la plaza de África VII a.C.
04 Baluarte de la Bandera, siglo II
05 Basílica tardorromana, siglos IV y V
06 Huerta Rufino, siglo XIV
Es cierto que aparecen lagunas significativas, como la época visigoda (siglo VII), las primeros siglos del período islámico y sobre todo la dinastía almorávide de los siglos XI y XII. Si nos centramos en estos dos últimos siglos, es llamativo que con la importancia que tuvo la ciudad en esa época no hayan aparecido estructuras defensivas. Recordemos que durante ese período nacieron en nuestra ciudad ilustres personajes; Cadi Ayyad, Sidi Bel Abbas, al-Idrissis e incluso el segundo emir de la propia dinastía, Ali Ibn Yusuf. Ceuta se convirtió en una referencia educativa, atrayendo estudiantes de lugares lejanos, como al-Haj Othman y Abd al-Moumim Salih que tras su estancia para estudiar con Cadi Ayyad, volvieron a sus tierras y fundaron en 1141 la ciudad de Ouadane en Mauritania (Ouadane et Chinguetti. Deux villes anciennes de Mauritanie. Abdel Wedoud Ould Cheikh y Bruno Lamarche). Esto nos lleva a dos reflexiones que me parecen pertinentes mencionar.
En primer lugar, la ausencia de murallas almorávides en un momento en el que la confederación Sanhaja, Lamtuna y Jazula son capaces de construir toda una red de fortificaciones conectando el Sahel con nuestra ciudad, con el fin de controlar el comercio de caravanas (Azougui, Chinguetti, Ouadane, Tiftil, Tidjikja, Rachid, Tichit, Oualata en Mauritania, Agwidir, Taghjijt, Tazagourt, Aoufil, Jebel Mudawar, Tasghimout, Hajar, Amergou… en Marruecos). Pero, ¿porqué no construyeron una fortificación en Ceuta? Muy probablemente porque no les hacía falta dada la existencia de la muralla omeya, de dimensiones y características constructivas tales que sirvieron como defensa de la ciudad durante 6 siglos, desde el siglo X al XVI.
La segunda reflexión gira en torno al patrimonio material; ¿realmente la existencia de un legado a través de las construcciones o los yacimientos arqueológicos es la única medida para determinar la importancia de una ciudad en un momento dado de la historia? Esta cuestión se planteó en 2019 durante las jornadas a las que me invitó la Academia del Reino de Marruecos en Rabat sobre las posibilidades que tendría la cuenca del río Noun en Guelmim de ser incluida en la Lista Indicativa de Marruecos. Durante tres días, grupos de expertos divididos en tres talleres (arquitectura y arqueología, artesanía y tradiciones, y cultura) estuvimos exponiendo y debatiendo los valores del patrimonio material para constatar, o no, la excepcionalidad de un territorio conocido desde el siglo IX como Noul Lamta, y que fue uno de los puertos saharianos de Marruecos (junto con Sijilmasa, Taragalte y Tamedult), actuando como centro logístico para las caravanas que se dirigían hacia, o llegaban de, Mauritania, Mali y Senegal, formando parte de una compleja red de infraestructuras de comunicaciones del desierto del Sáhara que conectaba el Sahel con el Maghreb, y éste con Oriente Medio y con Europa, y que en cierto modo estuvo vigente, al menos en la región atlántica del Sáhara, hasta principios de los años 90 del siglo pasado. En 2004 hubo un intento por parte de la Unesco de crear un Itinerario Cultural del Desierto del Sáhara. rutas del desierto y ruta de la sal, manteniendo reuniones en diversos países de la rivera sahariana, sin embargo, las malas relaciones diplomáticas durante esos años entre algunos de los países hicieron imposible el acuerdo, en un momento en el que una red de elementos patrimoniales que afectara a más de un país requería la colaboración y elevación a la Lista Indicativa de manera conjunta. Lo primero que nos aclaró el representante de la Unesco en el Magreb y arquitecto tunecino, es que identificáramos los elementos del patrimonio material que fueran excepcionales y que lo comparásemos con ciudades del entorno. Por un lado nos encontrábamos con un oasis, Asrir-Tighmert (hoy dividido pero antiguamente formaba un solo palmeral) de apenas 10 kilómetros de longitud por 1,5 de anchura, mientras que en el valle del Drâa en Zagora nos encontrábamos una sucesión de 6 palmerales que forman un conjunto de 20 km de largo con zonas de hasta 8 km de anchura. Por lo tanto, el oasis, como tal, no suponía ninguna excepcionalidad (hay que aclarar que los oasis son creaciones humanas y por tanto no se consideran patrimonio natural sino material, como lo atestigua el Palmeral de Elche, declarado Patrimonio Mundial en el año 2000). El problema radicaba en que sucedía algo parecido con el patrimonio arquitectónico. Salvo la fortificación de Agwidir (datada en el siglo XI pero sin suficiente información para determinar si se trataba de una alcazaba o de un alcázar) junto al núcleo urbano actual de Asrir (en parcelas cercanas se ha determinado una ocupación al menos desde el siglo IX), solamente algunas pequeñas alcazabas se construyeron en el oasis conocido ahora como Tighmert. Nuevamente no se podía comparar la excepcionalidad con los 307 elementos construidos en tapial y adobe (235 alcázares, 26 alcazabas, 40 zawiyas y 6 torres de vigilancia) del valle del Drâa en Zagora (número muy parecido al existente en Errachidia, con los valles de los ríos Ziz y Gheris). Era evidente que desde el punto de vista del patrimonio arquitectónico, la cuenca del río Noun no merecía ningún tipo de clasificación. Ahora bien, todos los presentes éramos conscientes de la importancia que Noul Lamta había tenido a lo largo de la historia, y de cómo las caravanas saharianas supusieron la base (desde el punto de vista comercial, militar, pero también social y cultural) en la que se apoyaron las principales dinastías que reinaron en el Magreb occidental y en el sur de Europa. Los almorávides y los almohades fueron los que llegaron a controlar las mayores extensiones de territorio, abarcando dos continentes, pero otras dinastías como la meriní, la saudí y la alauita también son originales de estas regiones. Pues bien, una de las tribus que dieron origen a la confederación almorávide, era precisamente de este territorio conocido como Noul Lamta, los lamtuna, que junto a los sanhaya y a los gudula (o jazula) iniciaron el movimiento almorávide, según los datos actuales, en la región del Adrar en Mauritania, más concretamente en el oasis de Azugui. Ante la constatación de que había vínculos muy estrechos entre las dos regiones de Marruecos y Mauritania (Guelmim y Adrar), hice una propuesta, que no considerásemos exclusivamente el territorio geográfico de la cuenca del río Noun, sino que incorporásemos las conexiones que tenía este territorio tanto con el valle del Drâa en Zagora como los valles de los ríos Ziz y Gheris en Errachidia, añadiendo el Adrar en Mauritania. Ante la propuesta, el representante de la Unesco la aceptó, explicando que cuando se aumentaba la extensión de la zona de estudio, el detalle tenía menos importancia, es decir, ya no era relevante la existencia e importancia del patrimonio arquitectónico y arqueológico sino la relevancia histórica de un lugar conectado a otras regiones a través de “infraestructuras de transporte” por las que fluía el comercio y la cultura. Surgieron algunas preguntas sobre la predisposición de países vecinos a incorporarse en la propuesta, pero el arquitecto tunecino aclaró que ya no era necesario la aquiescencia de los países afectados (quizás se trataba de una evolución de los criterios de la institución para evitar fracasos como el del Itinerario Cultural del Desierto del Sáhara).
Las 3 jornadas me permitieron un mayor conocimiento sobre los parámetros en los que se basa la Unesco para estudiar las candidaturas y algo más importante, nos habría multitud de pistas nuevas para valorar la trascendencia de Ceuta a lo largo de la historia, para lo cual era necesario estudiar sus conexiones y compararla con otros lugares que pudieran tener características parecidas, en su entorno más inmediato y en regiones lejanas.
Credits texts, photos and drawings: Carlos Pérez Marín