Paseo de las Palmeras renovation Ceuta (Spain) 2001/2003 Partners: José Luis Pérez Marín, architect. Antonio Molina Ortiz and Vicente Vicent, engineers. Collaborators: Juan Astorga, Rocío Salvador, Ismael Martínez, Rocío Martín, Desirée González, Judith Martínez, Nordim Abdesalam, Mayte Martín, Francisco Pantano, architects. Manuel Pérez Marín, quantity surveyor. José Luis Pérez Díaz, engineer. José Luis Gómez Barceló, historian. Ricardo Ugarte, biologist. Younès Rahmoun, visual artist. 


MEMORIA HISTÓRICA

José Luis Gómez Barceló, Ceuta 2002

Académico Correspondiente de la Real Academia de la Historia

Miembro Numerario del Instituto de Estudios Ceutíes

 
 

1.Introducción

   La arquitectura, y más aún el urbanismo, surgen de la necesidad del hombre de construir su espacio vital, un medio que varía según su economía, su cultura y sus costumbres. Tanto al edificar como al planificar necesitamos conocer ubicación y usuarios y, en ese sentido, ese estudio de la ciudad –como expresión material de esa actividad– necesita imprescindiblemente de la historia.

   A nuestro entender, una memoria histórica no es ni un libro de historia añadido a los volúmenes que forman el proyecto, ni copioso discurso para que su autor o autores luzcan su erudición, sino el resultado de las preguntas que los técnicos plantean al historiador en su concepción del proyecto a ejecutar; de las cuestiones que surgen en el proceso de conservar, integrar o eliminar elementos, ya fueren o no previos a lo que ellos diseñan. El conocimiento de la ciudad es necesario en el trabajo arquitectónico y resulta tan práctico como enriquecedor plantearlo desde la interdisciplinar que ya rige entre la propia arquitectura con la ingeniería, los estudios del medio físico y un largo etcétera de saberes.

   En esa filosofía debe entenderse tanto el texto histórico, con su aparato crítico correspondiente y, lo que para nosotros es más importante, la documentación planimétrica y fotográfica aportada. Esta última vuelve a incidir en nuestro pensamiento de estar al servicio de los técnicos, que no a realizar un álbum de ilustraciones que poco o nada aportaría a quienes requirieron nuestra participación.

   El proyecto en el que se encuadra esta memoria es una propuesta ambiciosa de intervención en el frente septentrional de la ciudad, su cara al norte, a la Península y, en atención a estar en esa bahía su puerto, la entrada marítima a la misma. Semejante obra no podía ser menos que respetuosa con el lugar en el que se propone hacer y, a la vez, rompedora en su deseo de contribuir a crear la imagen de Ceuta para el siglo XXI.

   Desde cualquier punto exterior a la bahía, y tras el mar, el zócalo de nuestra ciudad estuvo siempre amurallado, compuesto por una fuerte muralla torreada cuyos orígenes llegan hasta los muros de los primeros asentamientos industriales del comienzo de la Era. Sobre ella, los edificios del espacio más antiguo del solar ceutí, construcciones que fueron supliendo a otras anteriores y que hoy cronológicamente ocupan un arco de fechas que van entre 1910 y el presente más inmediato. Una imagen ecléctica cuyos elementos dotadores de cadencia no son otros que los torreones de la muralla sobre la que aparecen y las palmeras que sombrean el paseo que, otrora, fuera camino de ronda y defensa de la población.

   Como podrá comprobarse de todo el proyecto, los autores del mismo han intentado que en ningún momento la imagen tradicional de la ciudad se altere en lo fundamental y más valioso, tratando de recuperar elementos ocultos por obras anteriores. Sin embargo, ello no quiere decir que nos hallemos ante una propuesta conservacionista o historicista ni mucho menos, sino respetuosa a lo que constituyen señas fundamentales de nuestra Ciudad, que consigue esos presupuestos sin perder ni un ápice en su novedosa aportación de soluciones a la difícil circulación de la urbe, y creando un espacio escultórico llamado a ser parte de las nuevas señas de identidad de la ciudad del tercer milenio.

 

2.La ciudad y su ubicación geográfica

   Ceuta tiene una larga historia que se remonta, documentalmente, a un período incluso previo a su existencia como población. La razón de ello es que su ubicación geográfica hizo que el topónimo naciera antes que la urbe y, así, tenemos numerosas fuentes que citan a Abyla, a Septem Fratres o a Hepta Adelphoi con anterioridad a que se haya demostrado que su solar hubiese sido habitado(1). Un hecho que, sin duda, hace más mítica y legendaria su entrada en la historia.

   El pasado de Ceuta está plagado de leyendas unidas a mitos griegos y romanos que inciden en su toponimia como el mito de Atlante y su identificación con el Yebel Musa, el de Hércules y la apertura del Estrecho o el de Ulises y la isla de Calipso identificada con la del Peregil, en la vecina ensenada de Almarsa.

   Otra característica fruto de esa posición en el globo, en la embocadura del Estrecho de Gibraltar, concretamente en su orilla sur o africana, y a tan sólo dieciséis kilómetros de la orilla norte o europea, es que haya servido de puente y de puerta para numerosas invasiones, ora del norte, ora del sur.

   Esa particularidad a la que nos hemos referido la constituye, por excelencia, en ciudad de frontera, por lo tanto con una necesidad histórica de defensa que se materializa en su fortificación. Hoy en día se pueden reconocer trozos de muralla desde época antigua, pasando por diferentes momentos del medievo islámico, mostrando elementos de fortificación renacentista, hasta un verdadero catálogo de piezas de ingeniería flamenca o abaluartada, completándose el conjunto con fuertes neomedievales decimonónicos y restos de defensas surgidas con motivo de las dos contiendas mundiales del siglo XX.

Ceuta en un grabado alemán de Georg Christoph Kilian del siglo XVIII.

   Como ha escrito Alicia Cámara(2), en uno de sus estudios, existen murallas para la guerra y murallas para la paz, pero en nuestro caso aquellas murallas defensivas se han convertido hoy en atractivo especial de nuestra Ciudad, quizá nuestro mejor patrimonio histórico y por ello tenemos la obligación, la previsión y la inteligencia de preservarlas y hacerlas cada vez más atractivas para naturales y foráneos.

   Todas esas peculiaridades, así como la historia general de la ciudad están presentes, especialmente, en el espacio a intervenir, ya que éste constituye el solar de asentamiento de sus primeros habitantes y desde donde se ha extendido la población en los distintos momentos de su devenir. Un desarrollo distinto según los pueblos que lo llevaron a cabo.

3.Espacio a tratar

   El proyecto que nos ocupa afecta, en primer lugar, a la muralla norte de la ciudad histórica o intramuros, así como de forma bien directa, bien indirecta –según cómo se acometa la intervención– a las embocaduras septentrionales de ambos fosos que la definen, es decir, el seco o de la Almina y el Real, del Cristo o del Agua.

   El pequeño territorio ceutí –alrededor de veinte kilómentros cuadrados– lo dividimos, para su estudio, en cuatro zonas bien delimitadas por las fortificaciones. De oriente a occidente son: el Hacho, la Almina, la Ciudad intramuros, y el Campo Exterior, sirviendo de límites entre ellas la cortadura del Valle, el foso seco de la Almina, y el foso navegable o Real con sus fortificaciones exteriores, siendo su límite último la línea fronteriza que vigilan, cual centinelas, las torres neomedievales del siglo XIX.

El espacio a tratar visto sobre un plano de la Ciudad del siglo XIX.

   La ciudad intramuros es el germen, el núcleo de ese territorio. Dispuesto el terreno en declive, de sur a norte, tiene su origen urbano en una factoría de salazones, que pudo tener su apogeo entre el siglo II a. de Cristo y el IV, a la vista de los materiales surgidos desde entonces(3). Una factoría de la que han sido puestos de manifiesto diferentes conjuntos de piletas y, recientemente, parte del muro septentrional, en paralelo con la muralla norte, pero a bastantes metros de distancia de esta(4).

   Durante la edad antigua parece estar claro que el istmo permaneció habitado, siempre en relación con la actividad industrial, para convertirse durante el medievo islámico en el núcleo vital de la medina, en el que se sitúan los principales edificios públicos(5). En el primero de los períodos la reedificación y fortificación más importante es la que manda hacer el emperador Justiniano(6): “Ordenamos también que se establezca permanentemente en el pasaje que cae hacia Hispania y que se llama Septem, el número de soldados que Vuestra Grandeza juzgue necesario, con un tribuno que sea hombre prudente y adicto a nuestro imperio, de modo que pueda guardar aquel paso y dar conocimiento al respetable Duque de todo lo que ocurra del lado de Hispania, de Galia o de los francos, a fin de que él lo comunique a Vuestra Grandeza y hareis establecer además en dicho pasaje los dromones que os parezcan necesarios”, ordenando además reedificar sus murallas y construir una basílica como se contiene en De Aedificis sin contar otras fuentes(7). Ya en la edad media, las aportaciones del califato como de almorávides y almohades son plenamente reconocibles en las fortificaciones existentes aún hoy, como el torreón de las inmediaciones del baluarte de los Mallorquines, el tapial de las murallas de la circunvalación inferior del Hacho o las torres vigías, respectivamente.

   La conquista lusa producirá una merma del número de habitantes y con ello, también, del ámbito urbano, desapareciendo los arrabales y reduciéndose la urbe al espacio comprendido entre los dos fosos, lo que ocurre ya en el siglo XVI(8), a raíz de las disposiciones emanadas del reinado de Manuel I el Afortunado, pero su planeamiento esencial permaneció e incluso sobrevivió a la edad moderna. El monarca comenzaría una serie de actuaciones para mejorar la fortificación ceutí que se completarían con posterioridad, en especial con Juan III, con quien se ponen en marcha las primeras actuaciones que participan del nuevo arte que denominamos abaluartado.

   A finales del siglo XVII el Cerco de Muley Ismail somete al fuego de la artillería su caserío y sus vecinos se trasladan a la Almina(9). El asedio se prolongó durante más de treinta años, por lo que la población no volvió con la paz, limitándose la actividad de su recinto a algunos edificios públicos, y pasando las viviendas a manos del artesanado en su mayoría, comenzando el declive de la zona(10).

   Ya a finales del siglo XIX se proyecta una Gran Vía que, de haberse cumplimentado alguno de los proyectos del Concurso de Urbanización y Ensanche de 1927, habría comunicado la Almina con el Campo Exterior(11), atravesando el foso Real y destruyendo varias de las mejores fortificaciones del conjunto. La lenta marcha de la iniciativa hizo que las expropiaciones se retrasaran hasta mediados del siglo XX, cuando de nuevo se había vuelto a valorar la ingeniería militar y con ello las fortificaciones, lo que hizo imposible dar a la Gran Vía su sentido originario. Hoy, lo que fue ciudad intramuros es el núcleo de la actividad oficial, que comparte con funciones comerciales y residenciales.

   No podemos olvidar tampoco que la ciudad intramuros constituye actualmente una de las áreas de objetivo primordial para la arqueología ya que, además del hallazgo de instalaciones industriales procedentes de la factoría de salazones, se han puesto al descubierto una basílica paleocristiana del siglo IV(12) y una muralla(13) datada por unos como romana y por otros como califal, sin contar otros muchos hallazgos menores.

   Analizaremos, a continuación, los diferentes espacios por los que discurre el proyecto y en los cuales se interviene. Se trata de un estudio, si no pormenorizado, al menos documentalmente necesario para evaluar el impacto del proyecto en lo que se refiere al valor histórico-patrimonial del ámbito del mismo. En este caso hemos optado por cambiar el orden de nuestro recorrido con respecto a la memoria presentada dentro del anteproyecto que optó al concurso, en la que comenzábamos con la muralla norte, para proseguir con el foso seco de la Almina y el Real o del Cristo, para adecuarlo a un orden lógico o de paseo, es decir, desde el foso de la Almina y la evolución de su entorno, pasando por la muralla norte en sus dos niveles, hasta llegar al foso Real e inclusive introduciendo algunos datos sobre el espacio afectado en el Conjunto Monumental de las Murallas Reales y la zona portuaria.

3.1 El foso seco y su ámbito

   Antiguas fuentes medievales hablan ya de una barbacana en este punto de nuestra geografía, de una muralla que defendía la población, hacia el oriente, de norte a sur, como escribe Leopoldo Torres Balbás(14). Una muralla que quizá pudiera identificarse con la aparecida en el eje de las calles Espíritu Santo y Mártires. Sin embargo, también es cierto como en ciertos grabados y fotografías se pueden observar parte de los muros medievales que sobrevivieron a las reformas del foso seco ejecutadas durante los siglos XVI al XVIII(15), y que nos confirman en la creencia de no haberse desplazado la muralla este de la Ciudad al menos desde época merinida. 

Plano de la embocadura del Foso de la Almina y puerto proyectado en él por Lorenzo de Solís.

   Las reformas más importantes parten del proyecto de Miguel Arruda(16) de 1541 y la participación de otros ingenieros de la época entre los que podría haber estado Micer Benedito de Ravena, conociendo, concretamente por la Visita del Dr. Jorge Seco de 1585, que entonces estaban ya realizadas la mayor parte de las obras del foso, es decir, los tres baluartes de la escarpa y los dos de la contraescarpa, que serían remodelados con posterioridad(17).  

   Más tarde, con el marqués Marqués de Villadarias(18) se hacen los nuevos arcos del puente de la Almina, a finales del siglo XVII, mientras que en la década de los 20 del siglo XVIII, el Príncipe de Campo Florido manda reparar la contraescarpa y se realizan trabajos para la construcción del baluarte de San Sebastián(19). Sin embargo la reforma más importante es la promovida por el ingeniero Lorenzo de Solís, siendo gobernador Pedro de Vargas Maldonado, Marqués de Campofuerte, que da lugar a la construcción del baluarte de San Sebastián, cortina y rampa, finalizándose en 1742, como reinvindicaba una lápida que habían en ella(20). 

   Solís hizo un completo proyecto de reparación y reformas del recinto que afectó al foso de la Almina de forma muy especial y, en particular, a sus baluartes de ambas embocaduras(21), que complementarían algunos de sus sucesores, en especial Esteban de Panón(22).

Perspectiva sobre el foso y puente de la Almina antes de la trasnsformación de los años 20.

   Sin despreciar la información que nos ofrecen las fuentes textuales y las escritas, como mejor nos podemos hacer cargo de los cambios surgidos en esa época en el foso seco de la Almina es observando la documentación gráfica de la segunda mitad del siglo XIX y primera del XX. Con fotografías a la vista comprobamos cómo mientras se hizo nueva la contraescarpa y baluartes de San Sebastián y San José, en la escarpa se dejó entre el baluarte de San Juan de Dios y el de la Pólvora un importante lienzo torreado medieval que incluso mantuvo en sus cercanías alguna torre como la denominada de San Juan de Dios o del Rebato.

Baluarte de San Sebastián, con el de San Juan de Dios y su torre en segundo plano, a finales del siglo XIX.

   Precisamente, en ese lienzo intermedio se encontraría la puerta de entrada a la medina, es decir, la puerta de la Almina, transformada para dar lugar a los distintos puentes que debieron sucederse.

Vista de la embocadura norte del foso de la Almina a comienzos del siglo XX. Edición postal de F. Alcántara.

   Ya en la imagen anterior se apreciaba el coronamiento del baluarte de la Pólvora, por delante del de S. Francisco. En esta otra fotografía se ve perfectamente la impactante imagen del mismo, que nos sirve también para apreciar la pérdida de esta fortificación con la construcción del Mercado y el Viaducto entre 1926 y 1936. 

Baluarte de la Pólvora, con la rampa de subida a la actual fachada oeste de la Av. Alcalde José Victori Goñalons y la puerta del boquete de la Sardina al fondo.

   En 1883 llegan a Ceuta los primeros cañones Krupp(23) que serían desembarcados en el pequeño muelle de Comercio, es decir el desembarcadero del foso de la Almina. La operación de izado fue compleja, pero lo peor vendría después, al encontrarse con una serie de construcciones sobre el baluarte de S. Juan de Dios y el rastrillo y escaleras que salvaban el desnivel hasta la calle de la Muralla. 

La ciudad con el baluarte de San Sebastián en primer término y el puente y rastrillo de la Almina en 1887, según un cuadro al óleo de Ricardo Escribano.

   Todos estos inconvenientes obligaron a remodelar el rastrillo, puente y puerta de la Almina, teniendo que demoler varias construcciones existentes sobre el baluarte de San Juan de Dios y desmochando parte de este último para tratar de salvar el desnivel existente con la calle de la Muralla. Conocemos esas transformaciones gracias al proyecto de 1886 de Manuel Solís(24), pero también sabemos que estas no terminaron ahí y que en años sucesivos(25) hubieron de hacerse nuevos estudios para ampliar esas vías y reforzar los puentes sobre ambos fosos, así como entre 1892 y 1896(26) fue necesario proceder a la reforma del puente y la demolición de la iglesia del Carmen y su torre medieval o del Rebato, también conocida como de San Juan de Dios(27).

Desmonte del baluarte de San Juan de Dios en 1896.

   En 1911 el Ministerio de la Guerra cedió lo que llamaban macizos de La Campana y Barcas al Municipio, encargándose éste de la reducción de altura de las murallas y de la urbanización de la plaza resultante, que denominarían de San Juan de Dios, con proyecto del arquitecto municipal Santiago Sanguinetti(28). Un proyecto, por cierto, que haría desaparecer la caserna de baluarte en la que según la tradición dormía el santo durante su estancia en la Ciudad.

Hay que aclarar que esa caserna, que en un principio fue capilla de San Juan de Dios, no se puede identificar con la Iglesia del Carmen –que no era otra que la nueva de S. Juan de Dios-  construida sobre el baluarte.

Capilla de San Juan de Dios en la caserna del baluarte de su nombre, donde la tradición dice que dormía el santo en su estancia en la Ciudad.

   La reforma se haría más drástica en 1926-28 con la construcción de un nuevo puente –pomposamente denominado Viaducto(29) que se inauguraría en 1930 con una estética plenamente racionalista hasta en las farolas elegidas para su iluminación y colocadas poco después.

Viaducto de la Almina tras su inauguración y anterior a las obras de construcción del Mercado Central. Foto Calatayud.

   El proyecto de viaducto aparece firmado por los arquitectos municipales Santiago Sanguinetti Gómez y Gaspar Blein Zarazaga, contratándose las obras con la empresa “Proyectos y Construcciones” que representaba en Ceuta el ingeniero José Mollá Noguerol. En su ejecución nos hablan de una obra importante de ingeniería que según la documentación necesitó más de un profesional de este ramo para ejecutarla, sumándose a Mollá como colaborador Federico Martín de la Escalera. Las obras duraron algo más de dos años ya que encontraron obstáculos importantes, entre ellos las filtraciones de agua del subsuelo que causaron serios inconvenientes tanto en el estribo apoyado en el baluarte de San Sebastián como en el pilar central, según testimonio del propio Martín de la Escalera.

   En 1932 el Ayuntamiento saca adelante uno de sus más anhelados proyectos: un Mercado Central de Abastos que acabe con el problema de la insuficiencia del existente en la hoy denominada plaza de Rafael Gibert, cuyos puestos se extendían por todo el paseo de Colón hasta prácticamente la misma Glorieta del Teniente Reinoso, sin contar con que las pescaderías llevaban varios lustros instaladas en las escaleras de bajada a la playa de Fuente Caballos(30). El proyecto elegido fue el del arquitecto Ramón Gascuñana Martín, que dirigiría el entonces primer arquitecto municipal de Ceuta José Blein Zarazaga(31).

   La construcción del Mercado supone una magna obra de ingeniería, no sólo por las proporciones del establecimiento, construido en el foso seco de la Almina, sino porque permitió cubrir este canal, dando lugar a una avenida de norte a sur, hoy denominada Alcalde José Victori Goñalons y, mediante la edificación de un nuevo puente, comunicar la calle Independencia con el paseo de Colón, en su parte sur. 

   Otra de las consecuencias del proyecto que afectan al que ahora firma el equipo de Carlos y José Luis Pérez Marín, y que debe tenerse en cuenta para cualquier otra actuación sobre ensoñaciones de recuperación del foso seco que justificaran la desaparición del Mercado, es la práctica destrucción su escarpa y contraescarpa, no sólo en altura, sino también para fortalecerla con la construcción de muros de hormigón. 

   Esta operación, que se intuye nada más ver las imágenes de la primitiva altura del baluarte de la pólvora, que hemos ofrecido páginas atrás, queda clara ya en la apertura de la avenida Villanueva, a finales de los años 20, donde se ve la pronunciada pendiente dejada a la muralla y avenida que corre sobre ella, reforzada en imagen por el coronamiento de la balaustrada. 

La entonces avenida Villanueva, con sus balaustradas, sobre la escarpa de la muralla del foso seco rebajada. En primer término el baluarte de la Pólvora. Foto Ros.

   Sin embargo, tanto el Mercado como el cambio de rasantes entre la avenida Villanueva y el Paseo de las Palmeras que generó el Viaducto obligaron a volver a reducir en altura el baluarte de la Pólvora. El momento aparece reflejado en la siguiente imagen.

Imagen de las obras de construcción del Mercado Central de Abastos y demolición de la escarpa del foso seco. Foto Rubio.

   Un detalle de los trabajos enel muro de la escarpa del foso seco de la Almina en el que vemos su recubrimiento de ladrillos.

Obreros trabajando en el fortalecimiento de la escarpa del Foso seco. Foto Rubio.

   Otro punto importante en la construcción del Mercado es el haber partido en su fachada principal del denominado Viaducto que le servía de acceso al mismo. Es más, el aprovechamiento de la referida obra de ingeniería fue tan inteligente que sus dos ojos adintelados sirvieron como acceso al primer nivel del mercado. 

   A comienzos de los años sesenta se produce una notable modificación de lo que entonces se denominaba Puente Almina y que va a afectar tanto al Mercado como al Viaducto y el espacio ajardinado circundante.

   Respecto al Mercado, el Arquitecto Municipal Jaime Antón-Pacheco García transforma el edificio que sirve de acceso, subiéndole dos plantas, y llevando hasta la fachada los dos cuerpos retranqueados que se correspondían con las con las naves en las que se repartía el mercado propiamente dicho, dándole acceso a las nuevas plantas de oficinas por el cuerpo Este de la calle Teniente José del Olmo. La fachada, por su parte, se recubrió de un aplacado de ladrillo, que ha desaparecido en la reforma de finales de los años 80 del equipo de arquitectos formado por Francisco Adiego y Jesús Vizmanos(32).

Mercado Central con su primitiva fachada y sus dos ojos adintelados, acceso directo a su nivel inferior.

  A pesar de las imponentes obras de fines de los años veinte y toda la década de los treinta, la embocadura del foso de la Almina permaneció dejando ver los dos baluartes de San Juan de Dios y San Sebastián. Sin embargo, aprovechando las obras del Mercado de comienzos de los años sesenta, el ingeniero de Obras Públicas José María Castellón proyectó cubrirlo para obtener una gran plaza en el espacio obtenido. Para ello se respetó el ojo adintelado lindante con la escarpa del foso, rellenándose el que lo hacía con la contraescarpa. 

Embocadura del foso seco, con el muelle de Comercio y el baluarte de San Juan de Dios con su primitiva altura, hacia 1906. Ed. Postal Vda. de J. Martínez.

   La obra, según testimonio del aparejador municipal Juan Orozco Rodríguez, utilizó lasprimeras vigas de hormigón pretensado que llegaron a Ceuta. El proyecto dejaba, como hemos dicho, un paso bajo la plaza, necesario para el acceso al mercado de mayoristas existente entonces en los sótanos del Central, sin embargo, falta de previsión del redactor del proyecto hicieron macizar el otro espacio resultante de la cubrición, que como indicaron el arquitecto Jaime Antón y el mencionado aparejador, podía haberse utilizado como aparcamiento subterráneo, lo que parece ser que no se rectificó por no tener que cursar un nuevo proyecto y retrasar la aprobación presupuestaria en Madrid. Como resultado de esta obra surgió una plaza que fue denominada del General Galera, colocándose en su centro una fuente de hormigón –sin valor artístico alguno, aunque en el imaginario local– en diciembre de 1965, rodeada por algunos parterres, mientras que se reducía a una presencia meramente testimonial lo que habían sido hasta entonces los jardines de San Sebastián.

La plaza de Galera, hoy Constitución, con la fachada de ladrillo del Mercado, la fuente y los parterres que sustituyeron a los jardines de San Sebastián.

   Merece la pena hacer aquí un inciso para explicar lo que los jardines de San Sebastián han significado para los ceutíes y la importancia que se les quiere dar en el proyecto. Hasta 1892 el baluarte de San Sebastián era una batería con seis cañones, en cuya explanada los ceutíes aprovechaban para ver el mar y los más jóvenes para jugar en suderredor. Los cañones llegaron a ser tanqueridos que incluso tenían sus propios nombres: Carmonita, Descarado, Condoma, Apostadero, Imperial y Sabio. En ese último año se desmontó la batería y el alcalde Ricardo Cerni González encargó el proyecto de un jardín al ingeniero militar en funciones de arquitecto municipal, José Madrid y Ruiz, para las que el propio regidorencargó traer de Italia seis esculturas de mármol de Carrara que ejecutaron en el taller de los hermanos Nicoli, famoso por ser el encargado de la obra de decoración marmórea de la Basílica de San Francisco el Grande de Madrid. En principio los jardines estuvieron protegidos por una verja, a cuya puerta se pusieron dos leoncillos de piedra con los escudos de España y Portugal que habían estado en la puerta de la Almina hasta entonces. 

Batería de S.Sebastián en 1890.

Los jardines de S. Sebastián con la verja de entrada y los leones en su puerta. Ed. Postal Hauser y Menet.

La plaza de la Constitución con la reducción de S. Sebastián y sin marquesina.

   Distintos accidentes dañaron algunas de las esculturas en los últimos años, lo que obligó a retirarlas y hoy se hallan en el Museo de las MurallasReales, no contándose con ellas ya en el proyecto de remodelación de la Plaza de la Constitución de 1993(33). Ciertamente, al retirarlas se dijo que se harían unas reproducciones y se colocarían en su lugar, pero éste es el momento en el que no se ha hecho nada aún.  

   Para concluir este epígrafe, hemos de poner sobre el papel diferentes ventajas y desventajas que el proyecto de Carlos y José Luis Pérez Marín aportan sobre la zona del Foso de la Almina y la Plaza de la Constitución, siempre desde el punto de vista histórico-patrimonial.

   En primer lugar, y a la vista de las fuentes textuales, planimétricas y gráficas, nos parece descabellado plantearse el recuperar un foso cuya escarpa y contraescarpa fueron, en la práctica destrozadas, primero por la construcción del viaducto y el Mercado, y más tarde por el macizado de la plaza, a lo que habría que añadir el acceso abierto en la década de los ochenta, en la escarpa, para acceder al aparcamiento proyectado por el arquitecto municipal Jaime Antón-Pacheco García a comienzos de los años 70 bajo la Gran Vía. Ciertamente, en el proyecto que se presenta se recupera la sensación del foso, en orden a la rampa de bajada que se establece para enlazar con el nudo de la avenida Compañía de Mar de Ceuta, sin falsas recomposiciones que tan mal se llevan con la concepción actual de la restauración.

   Respecto a la plaza hoy denominada de la Constitución, se preservan todas las especies botánicas interesantes, como en otro de los estudios del proyecto se explica, pero que resaltamos aquí por lo que corresponde al imaginario local, e incluso se recupera la imagen perdida en los últimos años de un jardín pegado a la muralla, en el que muy bien pueden volver a ocupar su lugar las esculturas de los talleres Nicoli o su reproducción. Lamentablemente, al igual que en el proyecto de Hernández Guarch y López Torres no puede mantenerse la fuente central que, por su estructura de hormigón prefabricado resulta difícilmente trasladable, sin contar con que su reubicación requeriría grandes espacios, protegidos del viento para evitar mojar a viandantes y vehículos, un perjuicio que ahora mismo ocasiona y que puede llegar a ser peligroso para la circulación. En ese sentido, hay que reconocer que lo que se pierde en imagen se gana en zonas peatonales que el proyecto reorganiza teniendo en cuenta los flujos de personas y vehículos.

   Desde el punto de vista del patrimonio histórico nada más podemos defender, ya que en los últimos años desaparecieron los kioscos modernistas diseñados por José Blein y cualquiera de las esculturas del entorno, ya sea la de Juan de Avalos dedicada a la Ciudad o la de José Antonio da Peña dedicada a los hombres del mar pueden ser trasladadas sin problemas, como lo fue la del primero de ellos referida a la Paz, hoy en la Marina. Menos valor aún tiene el hito de la Constitución, que se hizo de forma provisional, hasta hacerse un monumento acorde y que trató de soslayarse precisamente con la escultura de bronce de Avalos hoy en la Marina; y otro tanto ocurre con la recientemente construida marquesina para los autobuses, diseñada por el arquitecto Francisco J. Pérez Buades dentro de su proyecto de reforma de la Gran Vía y que nunca llegó a ponerse en funcionamiento en sus plantas superiores(34).

3.2 La muralla norte

   Numerosas fuentes nos hablan de un amurallamiento bizantino de la ciudad, del que se aprovecharían en época islámica para hacer una nueva fortificación, siendo la primera importante la atribuida a Abderrahaman III, a comienzos del siglo X(35). La teoría fue compartida nada menos que por el arquitecto y gran investigador de la arquitectura medieval Leopoldo Torres Balbás(36), mientras que Henri Terrase(37), eminente historiador y arqueólogo identificó en 1962, dentro del Club Náutico CAS, que se apoya en el baluarte de los Mallorquines –por tanto en zona totalmente afectada por el proyecto– un torreón califal.

   El Dr. Basilio Pavón, actualmente el más destacado estudioso de la arquitectura islámica española, se inclina a atribuir la muralla norte a los almohades, sin descartar herencias almorávides(38), a lo que nosotros añadiríramos reformas posteriores, tanto meriníes como cristianas. Asumido este hecho, hemos de señalar que la importancia de esa identificación es grande, por cuanto la muralla meridional fue reconstruida durante el siglo XVIII(39), mientras que los fosos de Almina y Real son igualmente levantados a partir del siglo XVI(40).

Muralla norte desde la puerta de Santa María al Foso Seco. Archivo Central de Ceuta. Fondo Salvador Gavira Vázquez.

   No diremos, tampoco, que la muralla se mantenga inalterada desde el medievo islámico, porque no es cierto. Conocemos perfectamente reformas de la misma como la planteada ya en el proyecto de fortificación de la Plaza de 1541 elaborado por Miguel de Arruda(41), la reclamada por el Visitador Dr. Jorge Seco en 1585(42) o las que contienen las Reales órdenes de 1624(43). Sin embargo estas no serán tan traumáticas, ya que exceptuando el cerco de Fernando el Católico y las amenazas británicas de comienzos del siglo XVIII, los ataques a la Plaza nunca llegaron por mar, ante la falta de armada de los marroquíes.

   A pesar de lo expuesto, las reformas de esta muralla, que permitieron por ejemplo la ampliación de uno de sus torreones dando lugar al denominado Miradouro, a finales del siglo XVI(44), una batería que protegía la puerta de entrada a la plaza de Africa, no privaron al lienzo torreado de su imagen medieval, pleno de todo su sabor arquitectónico, pero también de todo su contenido iconográfico y antropológico (recuérdese por ejemplo que protegida por el Miradouro quedaba la puerta de Santa María, hoy recuperable, y por la que entró la Virgen de Africa, según la tradición). 

Grabado del Cerco de Muley Ismail (1694-1727) que muestra la Ciudad en los últimos momentos de la contienda, con la muralla norte torreada y el Miradouro según copia de Affonso de Dornellas de 1919.

   La muralla norte es fruto de la arquitectura militar, que no de la ingeniería militar, hacia donde se inclinan estas construcciones a partir de finales del siglo XV con el avance producido en esas fechas en torno a la maquinaria de guerra y la artillería. En ese sentido es interesante lo que nos dice Hanno-Walter Kruft en su Historia de la teoría de la arquitectura(45):

   Tanto en la concepción de la arquitectura de Vitruvio como en la del Renacimiento primitivo, la construcción de fortificaciones y el estudio de la maquinaria de guerra, sea para el asedio o para la defensa, forman parte de la arquitectura. La revolución tecnológica de la artillería a fines del siglo XV, el uso acertado de cañones activados por pólvora y de proyectiles de hierro –en sustitución de los de piedra–, tuvo como consecuencia un cambio radical en la construcción de fortificaciones. Las formas convencionales de fortificación eran insuficientes a la hora de enfrentarse con las nuevas armas; la superioridad de los nuevos cañones quedó demostrada de forma palmaria con la campaña italiana de Carlos VIII de Francia en 1494. Hasta aquel momento, las tareas del arquitecto y las del ingeniero eran inseparables, y sus profesionales eran denominadas con términos intercambiables. Mas la nueva tecnología obligó a una especialización; se incrementó el trabajo común del ingeniero con el del militar; hubo soldados ingenieros, y entre éstos, autores de tratados sobre la construcción de fortificaciones. Hacia mediados del siglo XVI se había consumado la separación entre la arquitectura civil y la arquitectura militar.

   Así pues, y como ya apuntábamos, la única explicación para que esta muralla no fuera suplida por los modelos de la ingeniería militar que sí vemos en los fosos seco y navegable, la fortificación exterior o la del Hacho, la encontramos en el convencimiento de que el mar no era una vía de asalto como lo fuera en otras épocas. Así los cambios en la muralla norte no fueron traumáticos en el paso de la edad media a la moderna, mostramos ahora el alzado contenido en el Civitatis Orbis Terrarum que viene a corresponder al aspecto de la ciudad en el siglo XVI: 

Ceuta en el Civitatis Orbis Terrarum, en cuyo alzado pueden verse las murallas medievales reforzadas por torres de planta cuadrangular.

   Y ni tan siquiera lo compararemos con una imagen del XVIII, sino con otra de comienzos del siglo XX en el que volvemos a encontrar la muralla torreada con el mar llegando hasta su pie: 

“Vista de la Plaza desde la Avenida Bernal”, o lo que es lo mismo, perspectiva de la Ciudad desde la batería de Sala de Armas, sobre el Puente del Cristo, con la muralla norte del actual Paseo de las Palmeras en primer plano. Ed. José Saavedra de la primera década del s. XX.

   Una y otra sirven como anillo al dedo a nuestro propósito. Sin embargo, no apreciamos algunos detalles de las reformas que se harían durante el siglo XVIII y que ya estaban por tanto en ese momento. Las más importantes son el calzado del pie de la muralla, arruinado por el mar entre los espigones del Albacar y el baluarte de San Juan de Dios, en 1731(46), y las reformas proyectadas por Lorenzo de Solís(47) primero y por Esteban de Panón en 1756(48) y 1758(49), estas últimas concretamente ante los desperfectos causados por los temporales de esos años, ambos documentados en el Archivo General de Simancas. Ese calzado del pie de la muralla se ve en la actualidad, como también lo encontramos en imágenes antiguas.

   Es decir, que no fueron muchas las medidas que hubo que tomar y estas casi siempre estuvieron ocasionadas por fenómenos naturales de vejez de la obra o por las inclemencias del tiempo.

La calle de la Muralla, entonces Fermín Galán, con los recalzos del pie del muro visibles y bañados por el mar. Foto L. Roisin, aproximadamente de 1931.

   A finales del siglo XIX se produce un movimiento de opinión en contra de las murallas, encabezado por intelectuales locales como el filósofo y africanista Antonio Ramos y Espinosa de los Monteros(50) o el escritor y militar Rafael Gibert Rodríguez(51). La población, acostumbrada ya a la paz –desde el Cerco de Muley Yazid de 1791-2 no habrá otra amenaza seria contra la Ciudad– veía entre las consecuencias de la Guerra de Africa de 1859-60 una posibilidad de expansión, apoyada por las iniciativas coloniales europeas, que no justificaban en nada el mantenimiento de una fortificación de corte medieval. Los ceutíes no entendían la razón por la cual se les negaba ver el mar a causa de la altura anacrónica de sus murallas, como tampoco el que el sistema militar y penal les obligase a permanecer en un encierro forzoso en barrios protegidos por puertas, puentes y rastrillos como en la edad media, en la cual todos los habitantes estaban bajo la jurisdicción del ramo de Guerra y se veían obligados a identificarse a cada paso, como si de criminales se tratase. Además, lo moderno en esos momentos era demoler las murallas, y con una sola mirada a la prensa española podemos ver como era eso precisamente lo que se estaba haciendo en Barcelona, Pamplona y otras capitales españolas. Una postura de la que decenios más adelante esas mismas poblaciones se arrepentirían, pero ya sería tarde.

   Fotografías de la calle de la Muralla, hoy paseo de las Palmeras, hechas a finales del siglo XIX nos permiten percibir la sensación del viandante, protegido por el muro y, sobre su altura, el adarve o banqueta, que protegía de nuevo a una persona del fuego enemigo. Ello, sin duda, potenciaría la humedad que es crónica en ese tramo de la bahía norte, y que mantenía permanentemente enfangada la calzada. 

La calle de la Muralla, hoy paseo de las Palmeras, desde la esquina conO’Donnell, con su adarve o banqueta y, al fondo, las escaleras que salvaban el desnivel con el baluarte de S. Juan de Dios. Ed. Lombardía y Barreiro, aproximadamente en 1892.

   El triunfo de aquella revolución urbanística no vino dada tanto por la razón de la opinión pública como por las necesidades del reartillamiento de la Plaza. La llegada de los cañones Krupp en 1883(52) obligará a proyectar una primera reforma del puente, desmonte de escaleras de comunicación entre San Juan de Dios y la calle de la Muralla –hoy paseo de las Palmeras– según proyecto de Manuel de Solís de 1886(53) y desaparición del rastrillo existente a la altura de la Iglesia de Africa, no consumada inmediatamente. Una reforma que no afectó a la visión externa de la muralla, como demuestra la postal de José Saavedra puesta a la venta en 1904 y que hemos mostrado páginas atrás.

   En 1911, como ya anotábamos al estudiar los cambios en el Foso de la Almina, el Ministerio de la Guerra(54) cede al Ayuntamiento los denominados macizos de La Campana y Barcas, lo que es aprovechado por el flamante arquitecto municipal, Santiago Sanguinetti y Gómez(55) para, tras su demolición en 1913, realizar un ambicioso proyecto de urbanización(56) que afectará a las calles Independencia, Villanueva –hoy Alcalde José Victori Goñalons– plaza de San Juan de Dios y Martínez Campos –hoy Paseo de las Palmeras­–, que se ejecutaría entre 1916 y 1918. En cumplimiento del mismo se eliminó el adarve que hacía de camino de ronda y se redujo la altura del muro y torres hasta el nivel del suelo, haciendo unas balaustradas como quitamiedos. A ese momento de los años veinte corresponden algunas de las postales editadas por Castañeira y Alvarez. El efecto, sin duda, era armónico de dentro afuera, pero hay que reconocer que es totalmente antiestético el parcheado que supone a la muralla una balaustrada de esas o de cualquiera otra características.

La calle de la Muralla con balaustradas desde el baluarte de los Mallorquines, con la bajada a la playa correspondiente a la antigua puerta de Santa María. Fototipia Castañeira y Alvarez.

   No quedan ahí los cambios y en 1935 el nuevo arquitecto municipal José Blein Zarazaga realiza una ampliación(57) de la calle Fermín Galán –Paseo de las Palmeras– y Edrisis, sembrando plátanos orientales.

   Pero el gran proyecto lo llevará el mismo arquitecto, José Blein, con la colaboración del segundo arquitecto municipal, José Tejero y de Benito en 1940, cuando amplía aún más el paseo construyendo una serie de voladizos, sostenidos por pilares, que rompen el perfil de la muralla, dejando ocultos de la vista los lienzos que unían los torreones y sustituyendo los plátanos orientales por palmeras(58). La construcción fue compleja y pocos años después, en 1945, el arquitecto José Antón-Pacheco García se vio obligado a recalzar la muralla(59) y restaurar los pilares, ante el peligro que suponía el oleaje para los pilares, ya que el mar seguía llegando hasta la misma muralla, repitiéndose el proceso en 1976(60). Algunas postales como las fotográficas de Francisco Rubio muestran a las claras esa imagen de la muralla, parcialmente oculta por la balconada y pilares, y con las palmeras que hoy dan nombre al paseo.

Frente de la muralla norte, con la puerta de Santa María y los voladizos en primer plano. Archivo Central de de Ceuta. Fondo Salvador Gavira Vázquez.

   Hemos optado por colocar las dos imágenes a las que nos referíamos en los últimos párrafos una tras de otra, permitiéndonos al tiempo ver la sensación de la avenida en dos momentos diferentes y en dos sentidos distintos, la primera desde el edificio de los Hermanos Pareja, actualmente haciendo esquina con la plaza de la Constitución –y entonces con la calle Mártires– y la segunda, desde los jardines de los pabellones de la Junta de Obras del Puerto. A pesar de haber buscado alguna otra más clara, la dificultad de que se vea la muralla entre los pilares es evidente para el objetivo.

   Con posterioridad hemos encontrado diferentes reformas que podríamos calificar de menores como cambios y reparación de pavimentos en 1956(61), 1963(62), 1979(63) –balaustradas– y 1985(64), siendo la más importante la que en 1991 dirigió el ingeniero Carlos Sánchez Urdazpal González(65), que supuso el refuerzo del firme entre la plaza de la Constitución y la actual avenida de San Juan de Dios. 

“Muelle de la República y calle Fermín Galán” en una edición postal de los años 30.

Vista de la ciudad con el paseo de las Palmeras en primer plano, dejando ver la muralla y los voladizos, con el mar a su pie. Foto Rubio.

   Como ya se ha mencionado, a pesar del proyecto de voladizos de 1940 no se acometió el relleno de la playa a todo lo largo de la muralla, que deforma natural tardaría muchos años en formarse. Tan sólo había desde muy antiguo una pequeña explanada delante del baluarte de los Mallorquines –donde hoy se levanta el Club Náutico CAS– a la que se llegaba por la puerta y escalera de Santa María. Al construirse este último centrorecreativo la explanada se aumentó, pero no se logró una pequeña pista que, bordeando la muralla, uniera el muelle de Pescadores con el baluarte, lo que sin duda hubiera protegido la muralla, además de permitir su vista. Al fin, en la década de los setenta se logró esta aspiración, concretamente en 1976, aprovechándose la ocasión para volver a reforzar los pilares, como ya se ha dicho, dándosele un nuevo empuje en 1980.

Baluarte de los Mallorquines con su playa y bajada al muelle de España con el túnel para el ferrocarril del puerto.

   En 1990 el ingeniero Desiderio Morga proyectó un puerto deportivo(67) con una serie de pantalanes y la urbanización del terreno ganado al mar en los últimos años. Un proyecto que volvió a renovar en 1993(68), llevándose a cabo años más tarde. Gracias a él, no sólo se dotó a la ciudad de un puerto deportivo totalmenteintegrado en la urbe, sino que recuperamos un paseo cuyo fondo es una muralla singular. 

Construcción de la carretera de acceso al Club Náutico CAS en 1980. Archivo Central de Ceuta. Fondo Salvador Gavira Vázquez.

   Respecto a la imagen que se tiene desde la bahía, ya sea embarcado o desde alguno de los muelles de esta zona de la ciudad, llama la atención, en primer lugar, la homogeneización que provoca, como gran zócalo, la muralla torreada, que en el proyecto que se defiende vuelve a recuperarse en toda su magnificencia, potenciándose como lo que es, la mejor muralla medieval islámica de la antigua Medina Sebta, sin impedimentos ni extraños coronamientos, como lo es la balaustrada actual. 

Imagen de la muralla norte con la puerta de Santa María y la muralla bañada aún por el mar. Archivo Central de Ceuta. Fondo Salvador Gavira Vázquez.

   Lo absurdo del coronamiento con balaustradas de la muralla, y el contraste entre el pretil y la balaustrada no fue sólo cosa de esta avenida, ya que ocurrió también en el paseo de La Marina, como puede verse en una fotografía en la que se ven aún los dos tipos de bordes de la muralla. Sorprendentemente, las balaustradas se han ido turnando con barandillas, pero nunca se ha vuelto a recuperar el pretil, como pide la lógica e incluso el buen gusto.

Fotografía del paseo de la Marina Española, con la balaustrada en primer plano continuada por el pretil original de la muralla. Foto Rubio.

   Sobre la muralla, el cordón de palmeras continuará homogeneizando un conjunto dispar de construcciones que van desde la plaza de la Constitución hasta el puente del Cristo y que nos ofrece todas las variantes del eclecticismo a que tan acostumbrados nos tienen los arquitectos locales. Así, sumamente alterados en su construcción del siglo XVIII aparecen la Iglesia de Africa y parte del Parque de Artillería que aprovechan varias instalaciones de ocio junto al puente del Cristo, como únicos restos de un urbanismo anterior. El resto son edificios de los años 10 como la Comandancia General y la finca que haciendo esquina con la calle Gómez Marcelo son obras de ingenieros militares; de los 20 la casa de Fortunato Benarroch con baldosín gris portugués en su fachada proyectada por Santiago Sanguinetti, el antiguo Hotel Majesticconstruido por el ingeniero José Arango, y el edificio levantado con planos del arquitecto Andrés Galmés para Demetrio Casares, dueño también del Hotel. En los treinta se levantan con planos de José Blein el edificio de los Hermanos Pareja y el de la familia Buades, para dejar un largo impasse hasta la década de los 80 con el edificio de Jaime Antón-Pacheco y Francisco Pérez Buades que hace la galería de Las Palmeras, y en la década siguiente los de este último arquitecto haciendo esquina con la calle Gómez Marcelo, el de Gabriel Olmos Caballero para la esquina con la plaza de la Constitución. Todo un muestrario que espera completarse con el gran solar que ya comienza a perfilarse con un nuevo edificio del arquitecto ceutí Juan Antón-Pacheco Taracena.

   Es evidente que hablar de conjunto en este grupo de edificios sería una torpeza, porque no puede hallarse mejor ejemplo de desigualdad entre ellos. Sin embargo el efecto que hacen no es malo o, al menos, a él estamos acostumbrados, por lo que el proyecto del equipo que dirigen Carlos y José Luis Pérez Marín no interfiere en nada a su visión, ni restas las vistas a sus vecinos, como tampoco privará de ellas a los viandantes. 

   Respecto a la muralla, no sólo se podrá ver en el paseo que la bordee a su pie, sino que permitirá verla desde su coronamiento y, además, la nueva vía y puente permitirán seguirla viendo tanto de día como de noche, incluso con la cubierta escultórica que tan atractiva resulta por su modernidad y atrevimiento.

   Un aspecto interesante de la ejecución del proyecto es la ocasión que permitirá a los arqueólogos realizar una serie de catas para conocer no sólo diferentes aspectos de la construcción de la muralla y su adarve sino también otros elementos del recinto fortificado como restos del amurallamiento califal y sus antecedentes, así como otro tipo de construcciones entre los que se hallaría la puerta y rastrillo existente junto a la puerta de Santa María. Esas catas vendrán dadas por las fosas que habrá que hacer para la plantación de árboles de sombra que hermoseen el paseo proyectado.

3.3 Nudo del puente del Cristo

   La preocupación de los redactores del proyecto por respetar al máximo no sólo las fortificaciones que actualmente tiene la Ciudad, y que se verían afectadas por él, sino también las posibilidades futuras de recuperación de las mismas, queda patente en el estudio realizado sobre este punto clave del mismo.

El puente del Cristo en el proyecto de 1729. Archivo General de Simancas.

   Salvo el torreón califal identificado por Henri Terrasse, junto al baluarte de los Mallorquines, la construcción del Foso Real, su escarpa y contraescarpa, trazados en 1541 por Miguel Arruda(69) acabaron prácticamente con toda la fortificación medieval previa del frente de tierra. Solamente las excavaciones arqueológicas podrían dar lugar a algún hallazgo de las primitivas murallas y barbacana, lo mismo que la construcción de los muelles de España y Cañonero Dato acabaron con el muelle del Albacar(70) que podemos atribuir al ingeniero hidráulico Guillermo de Guillisástegui, quien al parecer se hallaba dirigiendo las obras en 1565, según testimonio de D.  Alvaro de Bazán(71).

   Exceptuando diferentes dragados y la obra del gobernador Manuel de Orleans, Conde de Charny, de hacer un segundo arco practicable en el puente –frustrada y repuesta por el Ingeniero Daubeterre– en 1728(72), foso, puente y glacis llegan al siglo XX casi intactos, incluso con el frontispicio de la primera puerta fechado en 1730. Sin embargo, la llegada de un célebre cañón –otro más– de 1903 fue el detonante para alterar esta zona.

Puerta antigua del puente del Cristo demolida en 1903. Foto E. Pérez, Edición postal propiedad de Gámez y Buscató.

   En principio hubo que demoler todo indicio de rastrillos de la calle de la Muralla, como ya se ha mencionado, pero luego éste no podía pasar por la puerta del puente del Cristo, ni tampoco por la primera puerta, por lo que el ingeniero Emilio Luna hizo un proyecto(73) en cuyo cumplimiento se demolió la puerta de puente del Cristo, cambiándola por una metálica y privando a este último de su artilugio elevador que obligó a dejarlo fijo, tal y como se ve en una fotografía convertida en postal por la Vda. de J. Martínez.

   Además, se demolió el muro y puerta del Albacar, obligando a trasladar la hornacina del Cristo a uno de los paramentos de la nueva puerta, concretamente al del baluarte de los Mallorquines y a alterar algunas de las fortificaciones exteriores como San Pablo y Santiago. 

Cortina de muralla entre los baluartes de los Mallorquines y la Bandera, sin puerta y con el puente fijo (Ed. Postal Vda. de J. Martínez)

Puente fijo, con el baluarte de los Mallorquines recortado, dejando verse la hornacina del Cristo en el paramento oeste del puente, como permanece hoy.

   Años después se redujo la altura de este baluarte, trasladándose el Cristo al paramento contrario. En una de las instantáneas que hemos mostrado anteriormente, que corresponde también a los años 20, al hablar de la playa bajo el baluarte de los Mallorquines, puede ilustrarse más aún ese momento ya que en ella se está construyendo el muelle de Ribera –luego Cañonero Dato– y el de España, con la fábrica de bloques y el corte en la rampa de acceso al puerto por el que se preveía hacer un puente para que un tendido férreo, con el cual se quería llevar la piedra hasta el muelle Alfau, que nollegó a hacerse realidad.

   Todas estas reformas venían dadas no sólo por las necesidades de artillado, sino también por la aparición de vehículos a motor cuyo trasiego por el glacis fue altamente perjudicial, como demuestra el derrumbe de buena parte de la contraescarpa que hubo de serreconstruida en 1917, con proyecto del ingeniero Guillermo Camargo(74).

   En 1936 se procede al dragado del foso y comienzo de un nuevo puente, cuyas obras hubieron de ser momentáneamente interrumpidas por la Guerra Civil, un año más tarde, para luego retomarse y completarse. Sin embargo en esos meses dio tiempo a llevar a cabo el puente de hormigón armado de quince metros de ancho que proyectó D. Marciano Martínez Catena el 9 de febrero de 1935(75).

Puente nuevo del Cristo proyectado por el ingeniero Marciano Martínez Catena en 1935.

   El nuevo puente era mucho más ancho que el anterior que, como ya hemos señalado, había sido ampliado en 1903. La única razón que había para ello era la necesidad de conseguir una entrada y salida de la ciudad suficiente para el tráfico que había de atender ya que hasta unos años más tarde no se construiría el puente Virgen de Africa, salvando el Foso Real por su parte sur. Uno y otro han constituido desde entonces y hasta ahora la única vía de comunicación entre la Ciudad y el Campo Exterior, sin hacer necesario el construir otro puente como el que los proyectos del Concurso de Ensanche de 1928 preveían.

   Con el nuevo puente, el tránsito por el glacis aumentó notablemente aunque hay que decir también que la inteligente concepción de la rampa de bajada al muelle España amortiguó los perjucios sobre el mismo. Sin embargo, en 1986 se produjo el derrumbe de buena parte de la contraescarpa que obligó a dejar en seco el foso hasta el año siguiente. Con posterioridad, el derrumbamiento de parte del mediobaluarte de San Pedro se llevó con él varias decenas de metros de la contraescarpa que se ha demostrado el punto más frágil del conjunto.

   Respecto al puerto, la existencia del Albacar desde época árabe parece completarse con un puerto compuesto por dos espigones paralelos a finales del siglo XVI, como ya se ha expuesto con anterioridad. Este modesto puerto debió estar prácticamente cegado ya a finales del siglo XIX, según los planos consultados. Los primeros proyectos de puerto realizados por Romero Walls –1863–, Comisión de Ingenieros Militares y de Caminos –1897– y Enrique Martínez –1904– no afectaban para nada al Albacar, pero el de José E. Rosende de 1906 hacía partir de ellos el nuevo muelle del Sur, denominado tras su inauguración, en 1928 Alfonso XIII y posteriormente de España. 

   A partir de 1910en que Rafael Vegazo traza un muelle denominado de Ribera –hoy Cañonero Dato– entre el de España y el de la Puntilla, se comenzará a trabajar en esa explanada, aunque el muelle de España no se haría hasta los años 20. Naturalmente éste aprovechó los dos espigones como parte de los muros que se hicieron para luego rellenar su anchura con tierras y materiales de desecho de cantera.

Enlace entre la muralla norte y el baluarte de los Mallorquines con la bajada de la antigua Puerta de Santa María y el Club Náutico CAS. Archivo Central de Ceuta. Fondo Salvador Gavira Vázquez.

   No es misión de esta memoria histórica el opinar sobre la marcha de la restauración del Conjunto Monumental del Foso Real y sus fortificaciones exteriores, sin embargo, es de resaltar que todas las actuaciones del presente proyecto van encaminadas a reducir la presión a la que se ve sometido el monumento, en especial de tránsito de vehículos. No debemos olvidar el estado del puente del Cristo y los derrumbamientos producidos en las dos últimas décadas en la contraescarpa del Foso Real que han dado lugar a restauraciones polémicas y complejas. Sin embargo sí queremos resaltar que el proyecto que se presenta no tiene incidencia negativa alguna en las posibles intervenciones en estudio, tanto de transformación del puente del Cristo como de recrecimiento del baluarte o de recreación de la primera puerta que daba acceso a la Ciudad, ya que el puente que se diseña va en paralelo con el actual y encaja en la rampa del muelle España lejos de la contraescarpa y por un lugar por el que la documentación planimétrica como fotográfica demuestran no conservar restos de paramentos murados de interés.

   Eso sí, un nuevo puente en paralelo permite la recuperación del primitivo ancho del mismo, tal y como era en principio, consiguiendo no sólo mantener en niveles más llevaderos el tránsito por el glacis, sino también que las proporciones respecto de la cortina y sus baluartes vuelva a ser la que tuvo en su momento, lo que sin duda beneficia a una posible reconstrucción de la primera puerta.

4.Conclusiones

   No cabe duda de que la redacción de un proyecto tan ambicioso como el presente, pero que parte de una serie de condiciones previas en orden al pliego de la convocatoria como al presupuesto económico con el que se cuenta, ha de tener luces y sombras. Sin embargo, en cuestiones de patrimonio histórico artístico el proyecto resulta doblemente beneficioso para la ciudad, a nuestro particular modo de ver.

   Ese doble beneficio viene, en primer lugar, por la recuperación de uno de los lienzos torreados de la ciudad más singulares, tanto en lo que se refiere a la antigüedad, como a su tipología y extensión, que rompe con una línea arquitectónica de cubrimiento de murallas como los proyectos propuestos a mediados de la pasada centuria por arquitectos como José Blein o Jaime Antón-Pacheco, y terminan en el de Juan Antón-Pacheco de la Avenida de la Marina Española. La actuación, además, será beneficiosa para la protección del foso Real y, en especial, de su glacis, al someterlo a menor tráfico, laborando a mantener las proporciones originales del puente del Cristo en consonancia con el primitivo frontispicio de 1730 que proyecta recuperar el arquitecto redactor del plan de restauración de las Murallas Reales. Eso sin contar las posibilidades que ofrecerá a los arqueólogos de continuar en su investigación en la zona, el mejor encauzamiento del tránsito de vehículos y la multiplicación de los espacios verdes con zonas de arbolado que ofrezcan la, para los transeuntes, tan ansiada protección de los rayos solares.

   En segundo lugar, y no menos importante, este proyecto crea un nuevo patrimonio monumental que comienza por la gran cubierta escultórica de la nueva vía a enlazar con la rampa de bajada al muelle de Comercio, y la creación de mobiliario urbano de carácter escultórico como luminarias, bolardos, bancos y otras piezas en cuyo diseño entrarán a colaborar artistas que en ocasiones unirán sus nombres de prestigio al proyecto, mientras que otros encontrarán con él una oportunidad para comenzar a darse a conocer.

   En Ceuta, a 28 de enero de 2002.

 

5. Planos


Notas

1. GOMEZ BARCELO, J.L; HITA RUIZ,J.M.; VALRIBERAS ACEVEDO, M.R.; y VILLADA PAREDES, F. Ceuta, Barcelona 1998.

2. CAMARA, A. “Murallas para la guerra y para la paz. Imágenes de la ciudad en la España del siglo XVI”, Espacio, Tiempo y Forma, Serie VII, Hª del Arte, t. 6, 1993, pp. 149-174.

3. HITA RUIZ, J.M. y VILLADA PAREDES, F. “Excavaciones arqueológicas en el istmo de Ceuta”, Cuadernos del Rebellín, nº 10, Ceuta 1994; IDEM. Museo de Ceuta, Ceuta 1998.

4. BERNAL CASASOLA,D.;  PEREZ RIVERA, J.M. Un viaje diacrónico por la historia de Ceuta, Ceuta 1999.

5. VALLVE BERMEJO,J. “Descripción de Ceuta Musulmana en el siglo XV”, Al-Andalus, Granada 1962.

6. HITA RUIZ, J.M. y VILLADA PAREDES, F. Museo de Ceuta, Ceuta, 1998, p. 33 citando el Código Justiniano.

7. VALLEJO GIRVES, M. Bizancio y la España tardoantigua, Alcalá de Henares 1993; Idem.Bibliografía referencial sobre Ceuta y Baleares Bizantinas”, Tempvs, nº 4, p. 59 y sig.

8. GOMEZ BARCELO, J.L. “Evolución de calles y barrios en el istmo de Ceuta, coetánea al cerco de 1694-1727. Esbozo de un nomenclátor para su estudio”, II Congreso Internacional El Estrecho de Gibraltar, Ceuta 1990, t, IV, pp. 387-404.

9. POSAC, C. “Traslado del emplazamiento de la ciudad de Ceuta por el asedio del Sultán Mawlay Ismail (1694-1727)”, Actas VI Congreso Histórico sobre Nuevas Poblaciones, La Carlota, Fuente Palmera, San Sebastián de los Ballesteros 1994, pp. 463-474.

10. GORDILLO OSUNA, M. Geografía Urbana de Ceuta, Madrid 1972.

11. MECA ROMERO, A. Memoria de Secretaría, Ceuta 1932. Tanto el proyecto vencedor de Gaspar Blein como los presentados por el prestigioso arquitecto César Cort y el equipo formado por los no menos conocidos arquitectos Pedro Muguruza y Manuel Latorre y el ingeniero José Hervás preveían un puente en el centro de la cortina de la Muralla Real existente entre el baluarte de la Coraza baja y el de la Bandera y que daría a una vía que pasaría por el solar del Revellín de S. Ignacio, actual Museo de las Murallas Reales.

12. FERNANDEZ SOTELO, E.A. “La basílica tardorromana de Ceuta, Cuadernos del Rebellín, Nº 3, Ceuta 1991; IDEM. Basílica y Necrópolis Paleocristianas de Ceuta, Ceuta 2000.

13. FERNANDEZ SOTELO, E.A. “La muralla romana de Ceuta”, Revista de Arqueología, nº 164, 1994, pp. 58-60.

14. TORRES BALBAS, L. “Crónica Arqueológica de la España Musulmana, XXIX: Barbacanas”, Al-Andalus, 1951, vol. XVI; IDEM. Ciudades Hispano-Musulmanas, Madrid 1985 (2ª ed.) pp. 505-5 y 532-3.

15. GOMEZ BARCELÓ, J.L. “Evolución de calles y barrios…” y “Evolución urbana…”

16. RICARD, R. “Un documento portugués de 1541 sobre las fortificaciones de Ceuta”, Al-Andalus, t. XII, Granada 1947.

17. ESAGUY, J. Libro de los Veedores de Ceuta, Tánger, 1939, pp. 65-75.

18. CARO, Pb. L. Historia de Ceuta, Ceuta 1989, ed. J.L. GOMEZ BARCELO, p. 121, nota 273.

19. CORREA DE FRANCA, A. Historia de Ceuta. Edición del original manuscrito del s. XVIII. Ed. M.C.  DEL CAMINO MARTINEZ. Ceuta, 1999, p. 362, §795.

20. SOLIS, L. “Plano y elevación del baluarte de San Sevastian”, 1739, Archivo General de Simancas, Mapas, Planos y Documentos, VII-173; IDEM “Plano y perfiles de lo hecho en el baluarte de San Sebastián en el año pasado de 1741”, Archivo General de Simancas, Mapas, Planos y Documentos, XIX-178; SCHIRIQUI, D. Ceuta antigua y moderna, Ceuta, 1965, figura 25.

 

21. "Relación de consistencia general del estado al de la plaza de Zeuta, recinto del arrabal de la Almina, territorio de la Montaña del Acho, con descripción de sus bordes y costas brabas y azesibles defectos y flacos de todo paragey los proiectos económicos que se le pueden adaptar para ponerla en una regular defenza, con un discurso instructivo para con perfecto conocimiento irlos executando y presentando según su importancia. Todo arreglado en virtud de un exacto reconocimiento en este presente año en consequencia de una orden delSeñor Patiño de 15 de Agosto de 1.735". Ceuta 25 de Diciembre de 1.739. Archivo General de Simancas. Guerra Moderna, legajo 3.658. 

22. CARO, Pb. L. Op. cit. p. 185, nota347.

23. La Ilustración Española y Americana, 1883.

24. SOLIS Y GOMEZ DE LA CORTINA, M. de. “Proyecto de las obras que hay que hacer en el Camino que ha de seguir el cañón de 30’5 cm. desde la Batería de San Sebastián a la Puerta del Campo”. 1886, 25 de mayo. Archivo de la Comandancia de Obras de Ceuta.

25. “Dos planos del camino recorrido para conducir un cañón Krupp de 305 desde la batería de San Sebastián a la puerta del Campo”, 1885; y “Planos de la playa de Ceuta donde fueron desembarcados varios cañones Krupp, coplanos adicionales o reforzados en el itinerario seguido para traslado de las piezas de artillería, en particular el del agua” 1887-88; en Archivo General Militar, sección 3ª, división 2ª, Defensas y Artillado, legajo 15

26. CABALLERO LOPEZ, L. Ceuta en el recuerdo, Ceuta 1965

27. MADRID RUIZ, J. “Proyecto de instalación en la torre de La Campana de un reloj para la Ciudad” 1892, Archivo Central de Ceuta.

28. “Expediente instruido para solicitar la cesión a este Municipio de los dos macizos de muralla denominados de “La Campana” y de “Barcas”. 1911, 7 de diciembre. Archivo Central de Ceuta.

29. “Expediente de contratación de obras de un viaducto sobre el foso de la Almina”, 1926-1928, Archivo Central de Ceuta, legajo 78-1-5, expediente 15.320.

30. Meca Romero, A. op. cit., 1932.

31. Guía del Mercado de Ceuta, Ceuta 1936.

32. ADIEGO, F. y VIZMANOS, J. “Proyecto de ampliación y remodelación del Mercado Central de Abastos”, 1989. Archivo Central de Ceuta, legajo 2361, expediente 62141.

33. HERNANDEZ GUARCH, G. y LOPEZ TORRES, J.M. “Plan Especial de Remodelación de la Plaza de la Constitución. 1993. Archivo Central de Ceuta, legajo 3258, expediente 69429.

34. PEREZ BUADES, F.J. “Proyecto de reforma de la Gran Vía”, 1994 Archivo Central de Ceuta, legajo 5009, expediente 85593.

35. GOZALBES BUSTO, G. “Ceuta y el Estrecho en las fuentes árabes”, II Jornadas de Historia de Ceuta, Instituto de Estudios Ceutíes, Ceuta 1999 (en prensa).

36.TORRES BALBAS, L. “Crónica Arqueológica de la España Musulmana, XXIX: Barbacanas”, Al-Andalus, 1951, vol. XVI; IDEM. Ciudades Hispano-Muslmanas, Madrid 1985 (2ª ed.) pp. 505-5 y 532-3.

37.TERRASSE, H. “Un vestige des fortifications oméiyades de Ceuta”, Al-Andalus,  1962, vol. XXVII.

38. PAVON MALDONADO, B. “Los almohades. Abu-l-ula Idris el Mayor y su sobrino del mismo nombre. Fundaciones arquitectónicas en Ceuta, Sevilla, Ifriqiya y Silves”, Cuadernos del Archivo Municipal de Ceuta, nº 11 (en prensa).

39. CARO, Pb. L. Op. cit., pp. 106 y 167, notas 232 y 240.

40. GOMEZ BARCELO, J.L. “Evolución urbana de Ceuta entre el siglo XVI y el XVIII”, III Jornadas de Historia de Ceuta, Instituto de Estudios Ceutíes, Ceuta 2000 (en prensa).


41. RICARD, R. Op. cit., pp. 43-7.

42. ESAGUY, J. Libro de los Veedores de Ceuta, Tánger 1939, pp. 71-5.

43. ESAGUY, H. Op. cit., pp. 148-9.

44. “Relación de Artillería, munición y otros pertrechos de guerra que el Capitán Juan Venegas Quijada mandó al Rey Felipe II, Archivo General de Simancas”, Guerra Moderna, legajo 120, folio 380, año 1.581.

45. KRUFT, H.W. Historia de la teoría de la arquitectura. 1 Desde la Antigüedad hasta el siglo XVIII, Alianza Editorial, cap. 9, “Teoría de la construcción de fortificaciones”.

46. “Plano de la frente de Zeuta que mira al Norte” 1731. Archivo General de Simancas, Mapas, Planos y Documentos, XVIII-162 (V-27).

47. SOLIS, op. cit.

48. PANON, E. “Plano, perfil y elevasión de una porzión del repié de la Muralla que haze frente al Norte a 117 varas a Poniente del fosso o muelle actual de esta Plaza, destruido el día 7 del corriente por un temporal y mar del Nordest, cuias ruinas se deven reparar sin la menor dilación para hevitar maior daño, siendo assí que con mediano alboroto de mar salta el agua por enzima de la Muralla, que es de treinta y tres piés más alta que la bajamar”1756.Archivo General de Simancas, Mapas, Planos y Documentos, VII-182.

49. PANON, E. “Elevación y perfil de una brecha que el mar a ocasionado en la Muralla de la rampa de la Puerta de Sta. María en la Plaza de Ceuta, frente al norte, a cuio reparo se está atendiendo para evitar maior ruina y muchos ynconbenientes”. 1758. Archivo General de Simancas, Planos, Mapas y Documentos, XV-26; “Plano, perfiles y elevasión del repié de la Muralla de la Calle Real, de torreón a torreón, en que se demuestra el aumento del estrago que le han hecho los temporales del Mar desde 26 de Enero último, del qual se dignó S.M. aprovar su reparasión en 9 de Febrero, cuio reparo se empezó. Pero qe. No ha podido continuar por causa del mal tiempo y faltar embarcaciones que transportasen las piedras y esculleras que se necessitan: haviendo assimismo el mar del Nor-Ouest destruido una porsión de estacada de 60 varas de largo, que lleno de piedra formava un andén aderente al mismo repié por parte de Lebante conforme se reconoze en el Plano que separadamente se está construiendo para remitir a la Corte”. Archivo General de Simancas, Planos, Mapas y Documentos, XIII-38.

50. RAMOS Y ESPINOSA DE LOS MONTEROS, R. Diversos artículos publicados en El Africa. Archivo Central de Ceuta. Fondo Antonio Ramos y Espinosa de los Monteros.

51. GIBERT RODRIGUEZ, R. Mis Memorias, ed. J.L. GOMEZ BARCELO, Ceuta 1984.

52. La Ilustración Española y Americana, 1883.

53. SOLIS Y GOMEZ DE LA CORTINA, M. de. “Proyecto de las obras que hay que hacer en el Camino que ha de seguir el cañón de 30’5 cm. desde la Batería de San Sebastián a la Puerta del Campo”. 1886, 25 de mayo. Archivo de la Comandancia de Obras de Ceuta.

54. “Expediente instruido para solicitar la cesión a este Municipio de los dos macizos de muralla denominados de “La Campana” y de “Barcas”. 1911, 7 de diciembre. Archivo Central de Ceuta.

55. Santiago Sanguinetti y Gómez (Ronda 1876-1930 Málaga) comenzó a prestar sus servicios como arquitecto municipal interino a comienzos de 1911 y nombrado en propiedad en 1913 siendo el primer profesional de la arquitectura civil que desempeñaba el cargo tras varios decenios de hacerlo capitanes ingenieros de la Comandancia Exenta de la Plaza.

56. SANGUINETTI GOMEZ, J. “Proyecto de Urbanización de las calles Martínez Campos, San Juan de Dios, Empecinado e Independencia”, 1916-1918. Archivo Central de Ceuta, legajo 78-B, expediente 967.

57. BLEIN ZARAZAGA, J. “Proyecto de ampliación de la acera de las calles Fermín Galán y Edrisis”, 1935. Archivo Central de Ceuta, legajo 78-B-3, expediente 5358.

58. BLEIN, J. y TEJERO, J. “Proyecto de Urbanizacion de las calles General Franco y Edrisis” 1940-1941. Archivo Central de Ceuta, legajo 78-B-1-bis, expedientes 17.092 y 19.443.

59. ANTON PACHECO, J. “Proyecto de recalzo de la muralla de la calle General Franco” 1945-46. Archivo Central de Ceuta, legajo 78-B-1-bis, expediente 17.226.

60 “Proyecto de reconstrucción de pilares bajo la acera de las calles General Franco y Edrisis”, 1976. Archivo Central de Ceuta, legajo 113, expediente 42.369.

61. “Proyecto de reposición del pavimento de las calles General Franco y Edrisis”, 1956-1957. Archivo Central de Ceuta, legajo 78-B-1-bis, expediente 21.160.

62. “Proyecto de reparación del acerado de las calles General Franco y Edrisis”, 1963. Archivo Central de Ceuta, legajo 78-B-3, expediente 22.300.

63. “Proyecto de reparación de barandas de las calles General Franco y Edrisis”, 1979. Archivo Central de Ceuta, legajo 120, expediente 43.282.

64. OROZCO RODRIGUEZ, J. “Proyecto de pavimentación del paseo de las Palmeras”, 1979. Archivo Central de Ceuta, legajo 194, expediente 44.913.

65. SANCHEZ URDAZPAL GONZALEZ, C. “Proyecto de refuerzo del firme de la plaza de la Constitución, paseo de las Palmeras, Edrisis y S. Juan de Dios”, 1991. Archivo Central de Ceuta, legajo 2681, expediente 65.330.

66. CLUB NAUTICO CAS. Solicitud de licencia para urbanizar la explanada del Club. 1976. Archivo Central de Ceuta, legajo 3-4-1º A.

67. MORGA TERRERO, D. “Proyecto de puerto deportivo”, 1990. Archivo Central de Ceuta, legajo 3256, expediente 69.248.

68.MORGA TERRERO, D. “Proyecto de puerto deportivo”, 1993. Archivo Central de Ceuta, legajo 3568, expediente 74.064. 

69. GOZALBES CRAVIOTO, C. “Las fortificaciones hispano-portuguesas del Frente de Tierra de Ceuta (1550-1640)”, Transfretana nº II, 1982, pp 19-50.

70. GOZALBES CRAVIOTO, C. Frente de Tierra. Contribución al estudio de las fortificaciones de Ceuta en época portuguesa, t. 1, Premios Ceuta, 1972, inédito.

71. LLAGUNO AMIROLA, E. Noticias de los arquitectos y arquitectura de España desde su restauración, Madrid, 1829.

72. CARO, L. op. cit., pp. 146-7.

73. LUNA BARBA, E. «Anteproyecto de nuevas comunicaciones entre la Plaza y el Campo Exterior» 1902, 3 de febrero. Archivo de la Comandancia de Obras de Ceuta.

74. CAMARGO SEGERDAHL, G. “Proyecto de reconstrucción de la contraescarpa del foso del agua y carretera de Tetuán”, 1917. Archivo de la Comandancia de Obras de Ceuta.

75. JUNTA DE OBRAS DEL PUERTO DE CEUTA. Memoria Año 1942, pp. 129-30.